Hay un lugar del que nada podemos olvidar,
donde la luz
radiante duerme bajo piedras azules.
Los días oscuros
los llevamos allí,
y al miedo, antes
de que nos devore, lo enfrentamos.
Decimos nuestros
nombres en baja frecuencia,
escribimos
pensamientos en la arena
que el oleaje
borra como un susurro eterno.
Gritamos el dolor
al borde del acantilado,
dejándolo
elevarse al infinito con la brisa marina.
Escondidas van
nuestras plegarias,
que nos observan
desde el camino lodoso,
y allí
desplegamos nuestras alas heridas,
tratando de
alcanzar el horizonte.
Llevamos las
manos con olor a esperanza,
y soñamos con el
lugar donde todo es posible,
la memoria y el
presente se abrazan,
y el alma
descansa sobre el eco de las olas.
29/11/2024
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