Yo no sé decir bonito, pero te miro
sentada en esa silla,
y me tiemblan los pliegues del alma.
Sos como tarde buena para sembrar,
morena como tierra mojada,
con ese calor que se sube y no se baja.
Tu pelo lacio, negrito,
me recuerda la cascada cuando llueve,
brillante, rebelde, hechicero.
Tus gafas, como espejo de laguna,
quietas y llenas de secretos,
son las puertas abiertas al cielo.
Y esas piernas tuyas,
cruzadas como quien no quiere,
me hacen pensar cosas
que ni el cura me saca de la cabeza.
No hablás,
pero yo te escucho entera,
como cuando el río suena calladito
y uno sabe que abajo hay corriente brava.
Si sonreís, me jodí.
Porque me dan ganas de dejar la parcela,
el ganado, el rancho...
y sentarme ahí, cerquita,
aunque sea en el suelo.
Tu blusa,
ligerita como para engañar al calor,
me deja ver lo justo,
pero lo justo ya me quema.
Sé que sos de ciudad,
estudiada y culta, de palabras finas...
pero igual te lo digo a mi modo:
Sos linda,
como la primera lluvia después del verano.
Y si algún día te da por mirarme,
aunque sea un ratito,
te prometo que te siembro hasta el alma.
5 de junio 2025
Foto: Internet