lunes, 13 de febrero de 2012

LA COMUNIDAD: ALFA Y OMEGA DE LA ECONOMÍA

Existen insuficiencias en los modelos analíticos tradicionales que explican la organización y funcionamiento de la actividad económica empresarial; distinguen el capital y el trabajo, o bien, la tierra, el capital y el trabajo, como únicos factores económicos relevantes. Todo lo contrario: existen otros y es preciso comprender los procesos mediante los cuales se constituyen históricamente como realidades distintas para reconocerlos y profundizar el análisis económico.
         
La división social del trabajo es el proceso de diferenciación factorial de la producción que comenzó en una fase primitiva de la sociedad donde los factores económicos se encontraban integrados en la comunidad; efectuaban las tareas y funciones productivas, operando como fuerza de trabajo colectiva. Estaban unidos bajo uno solo: la comunidad, que trabaja, posee los medios materiales de producción, conoce los modos de hacer, toma decisiones y establece relaciones económicas con otros grupos.
         
Estudios históricos sostienen que el primer factor en diferenciarse fue el que llamamos administración, el poder decisional. Una o varias personas, destacadas de la comunidad, comienzan a dirigirla tomando decisiones en nombre del colectivo. Se separan de la fuerza de trabajo colectiva al dejar de participar en la ejecución de tareas productivas, limitándose a dirigir, controlar y coordinar el proceso. La gestión y administración se constituye en una actividad especializada.
         
El segundo factor que se separa es el que llamamos tecnología, esto es, el saber práctico. En las comunidades ciertas personas se destacan por su imaginación e inteligencia técnica; observan el trabajo de otros, descubren imperfecciones, ineficiencias e inventan modos de hacer las cosas de manera más fácil o con mejores rendimientos. Así surge el saber tecnológico como factor especial, una nueva especialización a la que se dedican sacerdotes y sabios, brujos y hechiceros, curanderos y nigromantes, quienes detentan el conocimiento necesario para aplacar a los dioses y controlar las fuerzas de la naturaleza, curar las enfermedades y proteger a la comunidad de fuerzas negativas, detener las plagas e incrementar la fecundidad de las tierras y los animales, controlar el fuego e inventar artefactos eficientes.
         
El tercer factor escindido son los medios materiales de producción. En cierto momento, algunas personas se adueñan o adquieren el dominio de porciones de tierra y, con ella, de los árboles, animales e instalaciones. También se apropian de instrumentos, herramientas, materias primas y demás elementos con que se produce. Los “propietarios”, al poder establecer las condiciones de producción, exigen recompensa por su aporte al proceso productivo y, al adquirir los medios suficientes para vivir, dejar de trabajar en tareas de ejecución.
         
El último factor que se separa es el financiamiento. Aparecen intereses particulares contrapuestos que dan lugar a la desconfianza y conflictos. La confianza ya no se intercambia por confianza, la credibilidad disminuye. La reciprocidad ya no está garantizada ética y culturalmente, lo que dificulta los procesos de cooperación e intercambio. Cuando hay intereses contrapuestos y cada cual busca maximizar los beneficios que obtiene con sus aportes, se hace necesario contar con elementos objetivos que sustituyan la confianza y credibilidad perdida, desplazándose hacia valores económicos objetivados. Metales preciosos, dinero, contratos de pago, se convierten en el lubricante que permite la circulación fluida de los aportes. Pero los “medios de pago” también son apropiados por individuos que los concentran en sus manos: los comerciantes e intermediarios. La confianza y credibilidad son aportadas por quienes poseen tales medios en cantidades suficientes, surgiendo la actividad que hoy llamamos “intermediación financiera”.
         
Desarticulada la comunidad, los trabajadores deben hacer valer su aporte propio, su trabajo particular como elemento que, siendo indispensable para producir, permite obtener su correspondiente participación en el producto y en los beneficios de la actividad económica colectiva. El trabajo se ha levantado también como un factor económico especial, diferenciado e independiente.

La comunidad empobrecida sigue siendo necesaria para producir. No basta la coordinación de voluntades mediante el poder administrativo; no es suficiente la combinación de los aportes mediante un saber articulador; no resulta suficiente la credibilidad y confianza creada por el dinero. La comunidad, la recíproca colaboración voluntaria, la conciencia de ser parte de una misma realidad, el reconocimiento de objetivos e intereses compartidos, la cohesión espontánea y natural de las personas, la asociación y agrupamiento para el logro de objetivos comunes, siguen siendo necesarios y proporcionando fuerza al proceso productivo.
         
La comunidad termina siendo un factor. El “factor comunitario”, el primero y ultimo de los factores, el alfa y la omega de la economía, efectúa su aporte, pero nadie recoge y exige las recompensas de su contribución porque nadie lo representa y, debido a ello, se hace difícil su reconocimiento, quedando fuera de la conceptualización en las teorías económicas. Su productividad se reparte entre los demás factores o son apropiados por los organizadores de las actividades económicas: los empresarios, que después de remunerar a los demás, se quedan con el beneficio residual, la llamada utilidad o ganancia.

Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Jueves, 09 de febrero de 2012