lunes, 2 de diciembre de 2019

TUYO HASTA LA MUERTE



Dos hombres están de pie sobre una balsa flotante, hecha de barriles unidos por palets de madera, que está amarrada a un muelle. El de la izquierda es White Bush y el de la derecha Gustavo Cadenas. Los dos usan pantalones flojos, anchos de piernas y de paletones. Cadenas usa la camisa por dentro con sus mangas enrolladas mientras que White Bush la lleva suelta.

Detrás de ellos está el barco llamado Vaisson del cual son marineros. White Bush se sostiene del grueso mecate que amarra la popa del barco al muelle mientras que Gustavo tiene en su mano izquierda una cámara fotográfica. Del barco se nota la barandilla de popa, una escalera que lleva a la cubierta y tres grandes ventiladores. El nivel de flotación está alto lo que indica que el barco no está cargado.

A la izquierda, más allá del Vaisson, aparece una plataforma con una estructura de lo que parece ser una grúa. Frente a ellos, la grama de playa está crecida en el muelle donde se notan palets de madera y barriles. Al fondo, más allá de los barriles, se observan borrosos varios mástiles.

¿Por qué están en la balsa? Tal vez acababan de terminar alguna tarea como pintar o piquetear el casco del barco. Quizás bajaron al muelle para visitar el puerto y le pidieron a alguien que les tomara la foto en esa posición para que saliera el barco en segundo plano.

¿En qué muelle fue tomada la foto? Parece el muelle de El Bluff pero en el puerto nunca existió una grúa de carga como la que aparece en la foto, por lo que es más seguro que fue tomada en otro lugar, en otro país.

Basta ya de especulaciones porque allí están ellos, White Bush y Gustavo Cadenas, cuando eran jóvenes, cuando eran marinos del Vaisson y ambos casados con dos hermanas, White Bush con Ofelia, mi mamá, y Gustavo Cadenas con Magdalena, mi tía.

En el reverso hay una dedicatoria escrita en posición vertical:

“Para
Ofelia.
Tuyo hasta
la muerte.
Besos
de su
esposo
White”.
 16/5/55.

Y cumplió. Cumplió su promesa porque la siguió amando aún después de la muerte. Cada día, cada semana, cada mes y cada año del aniversario de su muerte, la lloraba como un niño desesperado. “Mi vieja, mi vieja, cuanta falta me haces, mi amor, llévame, llévame que quiero estar con vos”, decía con lágrimas corriendo por sus mejillas como las que corren en este instante por las mías…