jueves, 26 de junio de 2025

SOLILOQUIO ATORMENTADOR

Se acomoda en la cama, la lluvia cae suave a las nueve de la noche.

 Otra noche más… con esta almohada gruesa que ya no es solo almohada. Está hinchada de vos. De tus gestos, de tus silencios, de esa forma tuya de quedarte en mi cabeza como si hubieras alquilado un cuarto sin pagar renta. Cada noche le sumo una idea más, una escena, una conversación que nunca tuvimos. Por eso amanezco como si hubiera peleado con alguien. Y claro, sí… he peleado conmigo.

Suspira profundamente. Busca en la mesa de noche el vaso de VapoRub, le quita la tapa y se frota el pecho.

 Me eché esta cosa como siempre, como quien se consuela con un ritual. Pero ni el mentol me despeja. El pecho duele, sí, pero por la otra congestión: la emocional.

 Mira las estrellitas que ha pegado en el techo.  Cerca, ve un libro con la tapa doblada.

 Y ahí está… el libro. "Filosofía femenina moderna". Me dio por comprarlo, con el supuesto de entender mejor cómo piensan ustedes. Como si fuera una guía, un atajo al corazón. Lo leo por las noches, con la lámpara medio encendida y los ojos entrecerrados, como buscando entre teorías y conceptos algo que me diga: “esto es lo que ella quiere”.

 Se ríe, con ganas.

 Pero no soy tan tonto. Una parte de mí sabe que esto es puro intento desesperado. Como esos que van al gimnasio dos semanas antes de la cita. Me digo que quiero conocerla bien, que quiero enamorarla con cabeza, no solo con emoción… pero también me doy cuenta de que hay cosas que ningún libro enseña.

Se queda en silencio, se acomoda la colcha verde hasta el pecho. Recuerda…

 La última vez que la vi… me tocó la mano. No fue gran cosa, un gesto simple, pero a mí me vibró medio cuerpo. Sus ojos son negros, grandes y almendrados, de esos que miran sin apuro, pero te dejan marcado. Y ese cabello negro, suelto, que le volaba con el viento cuando se despidió. Caminó con esos pasos largos que da, seguros, y las caderas… qué caderas. Apetitosas. Como para pecar sin remordimiento. Comestibles. Y yo ahí, parado como tonto, viendo cómo se alejaba sin saber si correr detrás ella o volverme a esconder en mis dudas.

La lluvia se intensifica, se queda callado unos segundos. Le gusta escuchar cuando la tormenta azota el techo de zinc.

—¿Será que uno se pone cobarde con los años? ¿O más sabio? ¿O será que el miedo se disfraza de prudencia y uno le cree? Lo cierto es que ella no me ha prometido nada. Ni me debe nada. Todo esto que estoy sintiendo es mío, fabricado por mi cabeza, mi deseo y mis inseguridades.

Se acomoda al lado de la mesa de noche. Vuelve a mirar el libro.

La filosofía femenina, dice el autor, no busca ser entendida: se vive, se acompaña, se respeta. Y ahí me entró la duda más grande: ¿Y si lo que tengo que hacer no es entenderla, sino dejar de buscar motivos para no sentir lo que siento?

Se recuesta de nuevo, con los ojos pesados.

 Mañana será otro día. Y si me vuelve a dar fiebre, que sea por algo más que el clima. Que sea por ella, aunque no tenga lógica. Aunque no encaje en los moldes que yo mismo me inventé. Porque esta almohada ya no aguanta más versiones de mí que dudan. Que sea ella. Y que sea lo que tenga que ser.

 Se cubre la cara con las manos, exhalando largo.

Porque lo peor de todo no es no tenerla… es no saber si quiero tenerla o si solo me estoy aferrando a una fantasía para no sentirme tan solo. Lo peor es este limbo, este no saber qué hacer con lo que siento. Y mientras tanto, la almohada revienta de pensamientos, el libro no dice nada que no sepa y la lluvia allá afuera parece burlarse, cayendo igual que anoche, igual que siempre. Yo aquí, tragando saliva espesa, con el pecho ardiendo —no por la gripe, no por el mentol—, sino porque ya no sé cómo se apaga este fuego que no tiene ni rostro claro ni destino fijo. Y me está cansando… me está desgastando. Como si la vida me tuviera en pausa, riéndose bajito, mientras yo me hundo solo en esta cama que cada vez me queda más grande.

 

 

23 de junio de 2025. Noche tormentosa.

Foto: Internet.

No hay comentarios:

Publicar un comentario