jueves, 2 de septiembre de 2010

LOS CONSEJEROS DE LA AUTONOMÍA

A partir de 1990 se eligen, cada cuatro años, noventa consejeros regionales en las Regiones Autónomas de la Costa Caribe de Nicaragua, en el marco de los estatutos de la Autonomía y la Ley Electoral. Estos consejeros son los hombres y mujeres que rigen, en ese lapso de tiempo, el desarrollo del proceso autonómico que se vive en la Costa Caribe de Nicaragua, junto con los diputados propietarios de las Regiones Autónomas, tres en el caso de la RAAN y dos en el caso de la RAAS.

El estatuto de la Autonomía establece que, para ser consejero, es necesario “haber nacido en la Costa Atlántica, o ser hijo de padre o madre nacidos en la Región; haber cumplido veintiún años de edad; estar en pleno goce de sus derechos civiles y políticos, así como haber residido en la respectiva Región por lo menos un año inmediato anterior a las elecciones; los nicaragüenses de otras regiones deberán haber residido en la respectiva Región Autónoma al menos cinco años consecutivos inmediatamente anteriores a la elección”.

Los aspirantes a consejeros regionales pueden ser muchos, pero les corresponde a los partidos políticos su selección y presentación ante el Consejo Supremo Electoral, quien señala el cargo de elección para el cual se les nomina. Los criterios que utilizan para seleccionar a los candidatos son, entre otros, la militancia política y el reconocimiento y liderazgo que tiene en su circunscripción, factor clave para movilizar votos a su favor. También es importante la representatividad de los diferentes grupos étnicos: misquitos, creoles, sumos, garífonos, ramas y mestizos, por lo que el primer candidato de toda lista propuesta debe ser de estos grupos en las zonas donde son mayoría.

Previo a la selección de candidatos por los partidos, se genera un proceso interesante en el actuar de los previamente identificados para optar al cargo. Estos “potenciales consejeros” hacen de todo por lograr su inclusión en la lista, principalmente con los “jefes políticos” del partido que los bendecirán para ello, porque están conscientes que deben pasar la prueba, la “sacadera de manteca”, ya que son muchos los que aspiran. Así, se tornan en militantes dóciles, pasan días y noches en la casa de su partido porque allí es donde se ultiman los detalles, se mueven las fichas como en un juego de ajedrez y están atentos a ello.

Cuando logran quedar formalmente incluidos en la lista y arranca la campaña electoral, cambian su actuar para lograr los votos que los llevará a tan codiciado cargo. Visitan a sus vecinos, su circunscripción, saludan a todos los que se encuentran en su camino, acuden al culto, no importando la religión que profesan, ninguna actividad pública se escapa de su presencia, realizan promesas de beneficios para su gente, aman a las niñas y los niños, se convierten en los nuevos redentores de su pueblo. Si pertenece a uno de los partidos Nacionales que están en la contienda, el candidato permite que los líderes, los de Managua, se roben su campaña, su fiesta, su espectáculo, su momento, tratando así de ganarse la confianza; se hacen los desapercibidos porque son visionarios y saben que lo mejor está por llegar.

Una vez que son electos, aun cuando solamente el cuarenta por ciento de los electores acuden a depositar su voto, muchos de ellos celebran con bombos y platillos, entran en un estado de gloria, saben que se encuentran cerca de las mieles del poder. Las ansias invaden sus sentidos, su mente divaga, recorre senderos políticos y económicos insospechados. Junto a otros electos de su mismo partido, cuando alcanzan casi la mayoría de escaños para hacer gobierno, buscan por diferentes medios ser los preferidos para ostentar los cargos de la junta directiva del consejo Regional y, más aún, para ser nombrado coordinador regional o gobernador, cargo compatible con el de representante del presidente de la República en su región. Cabildean, conspiran, buscan cualquier pretexto, cualquier desliz para desprestigiar a sus más cercanos competidores y se hunden en graves conflictos que marcarán su gestión.

Los que han quedado en minoría y no pueden hacer gobierno, se convierten en los carroñeros de la fiesta, coquetean con los ganadores, hacen contacto con los jefes políticos de los partidos en mayoría y, sin ningún pudor, se ofrecen como mercancía barata a cambio de ciertas prebendas porque su voto es clave para formar gobierno.

El momento culminante llega cuando el Consejo Supremo Electoral los convoca a través de los partidos para la entrega de credenciales, preside la toma de promesa de ley y posesión del cargo. En el mismo acto solemne se procede a elegir la junta directiva del Consejo Regional Autónomo y al coordinador regional. Es en este instante cuando quedan al descubierto las ambiciones, el desencanto, el carácter, el compromiso y las fisuras de los nuevos consejeros. Muchos abandonan su partido y cambian de bancada desfigurando la correlación de fuerzas y agudizándose los conflictos de poder.

Las contradicciones, los conflictos y los escándalos que se hacen públicos, no se dan por concepciones diferentes sobre la profundización del desarrollo autonómico, ni mucho menos por la definición de estrategias regionales para promover el desarrollo económico regional. Los consejeros acarrean en sus hombros y conciencias esos males desde su inicio, desde que aparecen en la lista de nominados y se olvidan de la utopía, de su función principal, de la lucha histórica del pueblo costeño por alcanzar su desarrollo. El interés que predomina es el aprovechamiento del cargo en su beneficio por encima de todo lo demás.

¿Tendremos algún día consejeros diferentes? Por supuesto que sí; cuando las nuevas conciencias, las nuevas generaciones instruidas en las universidades del Caribe, constituidas para formar los recursos humanos que demanda el proceso autonómico, se involucren para hacer una gestión innovadora en la que prevalezca la autonomía política y se elimine para siempre el predominio de los intereses partidistas nacionales sobre los regionales. Sí, cuando se haga la revolución autonómica y se deje de pensar que la revolución es la autonomía.

Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS.
Miércoles, 01 de septiembre de 2010.