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martes, 20 de agosto de 2024

AMANECER ACTIVO

 



Desperté un poco más tarde hoy, a las 4:20 de la mañana. ¡Creo que me regalé unos minutos extra de descanso, y se sintió increíble! Después de todo, nunca se duerme demasiado cuando se trata de cuidar de uno mismo.

A las 4:40 de la mañana, ya me encontraba caminando en el parque, disfrutando del fresco inicio de un nuevo día.

Según mi registro, inicié la caminata a las 4:46 a.m. Prado y Lilian ya estaban en acción, como siempre, comenzando con energía su rutina diaria. Es un gusto saludar a los compañeros de camino, esos que, si faltas un día, te lo hacen saber con cariño porque te extrañan.

Hoy vi a pocos caminantes, pero cada uno tiene su historia. Hay quienes te sorprenden con su dedicación y transformación. Después de tantos meses corriendo juntos, es inspirador ver cómo el esfuerzo da frutos. Un muchacho, cuyo nombre no sé, hace seis meses era un gordito simpático, ¡pero ahora lo vi más alto, más fuerte y corriendo a gran velocidad! Es evidente que madrugar para respirar aire fresco y sudar vale la pena. Con el tiempo, algunos de esos rostros conocidos se convierten en compañeros de camino, y compartir la jornada con ellos hace todo más ameno.

Ayer fui a comprar un medicamento en la farmacia y, de paso, decidí pesarme. "¡Son 150 libras!", dijo Magdalena, la dueña de la farmacia, con una sonrisa. "¿En serio?", pensé sorprendido. Me preguntaba si la balanza estaba bien calibrada. Magdalena me pidió que lo intentara de nuevo, y ahí estaba, el mismo número: 150. "Pero si hace poco pesaba 158 libras, a finales de junio", le comenté. "Es por todas esas caminatas diarias que haces. Si las dejas, verás cómo subes de peso", me respondió con un guiño. Le di las gracias, pagué los medicamentos y seguí con mis tareas del día.

Pero volviendo a la caminata, hoy completé 6.43 kilómetros en 1:30:03 horas, con un ritmo medio de 14 minutos por kilómetro. ¡En total di 9,210 pasos, con una zancada promedio de 70 cm!

Y aquí estoy, compartiendo con ustedes mi mañana, los caminantes, mi peso y los logros del día. ¡Casi lo olvido! Después de un desayuno energizante con miel, frutas, yogur, ciruelas, café y pan con margarina y mantequilla de maní, continúo con mi rutina de ejercicios: 30 repeticiones de Curl para bíceps con mancuernas de 15 kilos en cada brazo, y luego 30 repeticiones de Press de hombro con 20 kilos.

Y mientras observo por la ventana, me pregunto con entusiasmo qué nuevas sorpresas y logros me esperan en este día que recién comienza.

 

20/08/2024

Foto: Internet.


domingo, 27 de marzo de 2022

CUANDO LLEGUE MI TURNO


A esta edad, por encima de muchos promedios y siendo jubilado, una jubilación que cuando preguntan por ella digo que más o menos, por no decir que sólo da para una quincena, que peor es nada, tengo que caminar todos los días para alargar la vida, para sentirme bien.

Muchos ya saben dónde es que vivo. En un área suburbana, afuera del pueblo, perdón, de la ciudad, porque a Nueva Guinea la elevaron de categoría desde hace varios años, desde el 2008. El camino que lleva a mi casa es de macadán, dicen que de todo tiempo por no decir que es un camino asqueroso, que nunca le dan mantenimiento, y si me pongo a contar los hoyos que tiene desde el complejo judicial hasta aquí, te diría que son más de cincuenta cráteres, pero me divierto en otras cosas: haciendo sudoku, leyendo de todo y todo el tiempo, escribiendo y haciendo mis caminatas de todos los días.

Todas esas actividades forman parte de mi rutina diaria, pero la caminata, a pesar de las piedras y los hoyos, se ha convertido en mi refugio. En esas caminatas trato de analizar mi vida, sí, allí en ese camino lineal, la analizo y la veo en etapas. La caminata le da fortaleza a mi vida, entre más camino, más fuerte me siento, aunque después vengan los quejidos para que ella me dé una sobadita. Es como un trabajo que te gusta, te apetece hacerlo, pero, aunque no te paguen, siempre estás en el.

Si me ves por el camino no te vas a confundir. Llevo puestos unos tenis azules con hoyos, sí, son viejos, pero así me llevan por el camino; un short negro deshilachado con el logotipo de los Yanquis de Nueva York y casi siempre con una camiseta blanca que uso como parte del pijama. Esa indumentaria es casi siempre la misma, con pocas variantes, porque los tenis no los cambio por nada del mundo, hasta que aguanten.

Voy caminando en un camino lineal, con árboles a los lados, la neblina me inunda, voy lejos de la ciudad y sus ruidos, sé muy bien lo que no voy a encontrar. Suena el timbre del teléfono. Sí, diga… No, estoy lejos, si le parece puede llegar a mi casa por la tarde... Ok, a las tres de la tarde… Gracias. En todo este tiempo de caminar, he conocido a muchas personas, pero en el afán de no detenerme, solamente los saludo de manos, un simple gesto de adiós.

A veces cambio de rumbo y me voy para el lado de la ciudad. Allí la caminata es en el parque central y se vuelve circular, siguiendo las manecillas del reloj. Todo se reduce a dar las vueltas que me he propuesto como meta, sin nada más que recordar la carga que ese parque lleva a sus espaldas: alegría, amores, fiestas, combates, muertos y armas enterradas. Y cuando me doy cuenta debo regresar al punto de inicio. He cumplido un día más con la rutina de una hora y media de caminata, estoy satisfecho al ver el reloj.

De nuevo en casa disfruto del confort y la seguridad de lo cotidiano. Me quitó los tenis, calzo mis chinelas y me acomodo en la mesa donde están los sudokus esperándome, mis notas de colores y la computadora. Casi siempre pienso que mi vida ha sido como el camino que recorro. A veces lineal, a veces circular. Recuerdo la llamada del vendedor de lotería, sonrió, y estoy seguro que un día, cuando llegue mi turno, mi vida va a cambiar.

 

domingo, 27 de marzo de 2022

Foto: Ronald Hill A.

miércoles, 22 de enero de 2020

CAMBIO DE RUTA: CALLES Y VIEJOS



Al ver hacia el Este pensé que llovería pero cuando el sol se asomó entre nubes grises comencé a caminar. Salí a la bocacalle del complejo judicial y vi a doña Damaris sonreírme al palmear la masa de las tortillas que vende al lado de su puesto de venta de verduras; últimamente vende Apio en bolsas para que lo cultives en tu patio.

Más adelante me fijé en una de las casas más viejas de Nueva Guinea y me di cuenta que ahora está deshabitada, en ruinas, y por ello es muy probable que un día de estos se derrumba con un viento fuerte del noreste ya que está ubicada frente a la antigua pista, en uno de los puntos más elevados de la ciudad.

No vi a Alan Forbes sólo a doña Rita y nos saludamos. A Alan siempre, casi siempre lo veo frente a su casa, barriendo o recogiendo la basura de la acera y cuneta, ahora casi no lo veo fumar, dice que está dejando el vicio pero doña Rita me hace señas de que no, que siempre se escapa al balcón del segundo piso a ver el movimiento que hay en la pista (cruce de personas, chavalos jugando béisbol y fútbol, animales pastoreando entre ellos los bueyes de Payin y los caballos de Huete, camiones y buses parqueados, entre otras cosas) y a fumarse su cigarrito.

Al pasar por donde era el Bombazo doblé hacia el lado del hospital, en dirección al río El Zapote. Al bajar la pendiente vi al Dr. Cuevas sentado en el corredor de su casa. Casi no podía verlo porque frente a él había un cerro de tierra que dificulta el paso de los transeúntes hacia su clínica. Nos saludamos y le hice señas preguntando sobre el cerro de tierra. “Tengo meses de estar así”, dijo. Nadie resuelve este problema, lo he planteado en la alcaldía y nada, agregó y seguí en mi caminata pensando en que prácticamente lo tienen trancado. Los grandes tumultos de tierra que fueron extraídos al romper la calle para mejorar el sistema de agua potable se acumulan hasta llegar al hospital. La calle, una de las más importantes de la ciudad, por el acceso al hospital, la entrada y salida de vehículos hacia las colonias y en busca de la carretera a Bluefields, se encuentra abandonada.

Casi frente al hospital un bus que hace la ruta entre Nueva Guinea y Bluefields se encontraba parqueado porque otros vehículos que circulaban hacia el norte, hacia el sector del mercado, no cedían el paso. El sonido de los pitos mantenía en alerta a una mujer que montaba un caballo y jalaba a otro que también llevaba carga hacia el sector del mercado. Hasta que el bus logró pasar la mujer siguió cabalgando con la tensión dibujada en su rostro.

Los cerros de tierra desaparecieron y seguí en mi caminata. Al llegar a las cantinas del Zapote gire hacia el corral de piedra y subí hacia el PALI. “¿Por qué del hospital hacia arriba hay cerros de tierra acumulados en la calle y del hospital hacía abajo no? ¿Habrán terminado de meter los tubos en ese trecho?”, pensaba y me encontré subiendo la pendiente con el corazón acelerado. Esa es una de las pendientes más elevadas que hay en las calles de Nueva Guinea. Cerca de su casa me encontré a Donald Ríos. Estaba esperando las tortillas para el desayuno. “Ya no voy a la finca, ahora descanso”, dijo y seguí subiendo hasta salir a la calle del PALI.  Luego doble a la izquierda y coroné la pendiente al llegar a la casa de mi amigo Julio Amador, el hombre cuyo fantasma tiene compañía.

Ahora, por dónde agarro, pensé y seguí caminando en la cuadra del extremo este de la antigua pista de aterrizaje, en dirección a la Policía. Allí me encontré con Alejandro Albuquerque. “Me ganaste, dijo el pelón, esta lluvia no me deja salir”. Yo tenía cinco días y hasta hoy vi el sol, no es ganga salir a caminar y mojarse, peligroso una gripe mal pegada, menos en estos tiempos, le dije. “Sí, más ahora que estas poniéndote viejo”, respondió. Lo evito le dije y seguí mi camino.

Las mujeres del mercadito campesino comenzaban a arreglar sus puestos de venta y las que hacen güirilas ya las tenían en el fuego. Cruce la rotonda de Sandino, la vulcanizadora y la Fifi preparaba un gran caldero en el fuego. ¿De qué vas a hacer la sopa?, pregunté. “De cola con médula, seso y todas la verduras que te imagines”, dijo alegre y recordé la buenas sopas que prepara, sopas de pura vida como dicen los tiquillos.

Y es que el tema de la vejez siguió en el camino. Un chavalo que trabaja en el INSS estaba pendiente de la fila que hacían los señores de la tercera edad en Banpro. “Haciendo ejercicio”, dijo al verme. Sí, para durar muchos años más y seguir firmándole el acta de fe de vida”, le dije. Al cruzar la calle vi de espalda a un señor que caminaba apoyándose en un bastón y un chavalo lo tomaba del brazo. Al alcanzarlo vi que era don Wilfredo Murillo, un viejo carpintero de Nueva Guinea. Me detuve a conversar con él.

Don Wil, me alegra verlo. ¿Cómo está?

“Así como me ve, con este bastón”, dijo con la mirada fija en mí.

¿Y la carpintería? Tenía que preguntarle sobre la carpintería porque recuerdo que hizo todas las puertas de mi casa de Cedro Real y mochetas de Coyote que aún, con el paso de los años, siguen como recién hechas, sin perder su brillo y fineza.

“Eso se acabó hace años. La madera está carísima, los materiales por los cielos y la gente no quiere pagar lo que vale un buen trabajo”, dijo.

Se perdió la tradición, su hijo no siguió sus pasos en la carpintería, dije.

“Este chavalo es mi nieto, es mi heredero, este va a heredarme todo, hasta lo sandinista”, dijo Don Wilfredo.

Le di cinco vueltas al parque y regresé por la calle central. Valió la pena el cambio de ruta porque me encontré con amigos que tenía mucho tiempo de no ver y con la calle del hospital destrozada, la calle que más prioridad debería de tener en su reparación y mantenimiento, pensé al llegar a casa.

22/01/2020

viernes, 15 de marzo de 2019

CAMINATA DE FELICIDAD



“El domingo vamos a irnos de caminata”, le dije a mis nietas, Daniela y María Fernanda, al regresar a casa después de hacer mi caminata vespertina de todos los días (entre 4 y 5:30 p.m.). Mostraron entusiasmo y White Bush se unió al plan. Al día siguiente, sábado, no dejaban de recordarme que íbamos a hacer la caminata el domingo, y al llegar el día, antes de la hora, Emiljamary y ellos estaban listos.

Caminamos desde las 3:45 hasta las 5:30 p.m.

Aquí les dejo las fotos.


El camino

Sol, mucho sol
Alegría
Llegamos

Los protagonistas: Daniela, María Fernanda, White Bush y Emiljamary.

Compartiendo galletas
Mamá, ya no aguanto