Víctor Obando Sancho |
Sueños del Caribe es un blog sobre la Costa Caribe y el sureste de Nicaragua. Lo componen relatos, crónicas, personajes, poesía y otros temas.
lunes, 2 de septiembre de 2013
CREACIÓN LITERARIA Y AUTONOMÍA
martes, 27 de agosto de 2013
UNA BRISA CÁLIDA
martes, 20 de agosto de 2013
LA MEJOR COMIDA DE BLUEFIELDS
¿Dónde puedo saborear la mejor comida bluefileña?, pregunto a mis amigos y sus respuestas son similares. “Anda a Pointeen, allí está el rancho de Lalá, el Tía Irene y el Pelícano o al Linda Vista en Punta Fría, en cualquiera de ellos te das gusto”. Estos sitios tiene la particularidad de estar ubicados a la orilla de la bahía donde disfrutarás su brisa fresca al atardecer con barcos, pangas y cayucos de vela navegando y, por la noche, si la luna está llena, su majestuosidad ilumina la espuma plateada de las olas desbaratándose en sus costados o debajo de la mesa en que estás sentado.
“También podés ir al Luna´s Ranch”, te dicen. Es un sitio agradable, tiende a la promotoría cultural con adornos de viejas nalgonas y machos ratones de tamaño natural utilizados en las fiestas de San Jerónimo, así como fotos del pasado de la ciudad. Si andas con tu familia y querés pasar un rato ameno, visítalo. “También está el Salmar, allí es bueno”, agregan. Es un sitio atractivo, la atención es buena; te lo recomiendo para compartir con tus amigas y amigos. Al lado queda el Chez Marcel y cuando lo mencionan dicen “tiene aire acondicionado, hay buena atención, pero es caro”.
Todos ofrecen mariscos en su menú, pero éstos son platillos que podés degustar en cualquier lugar, tanto en el Pacífico como en el Centro y Norte del país. Otro aspecto que llama la atención es que no existe un restaurante especializado en comida china, a pesar de la gran influencia que los asiáticos tuvieron en la cocina bluefileña. En cualquiera de los mencionados te sirven sopa de tallarines y chop suey “especial”, pero de ello poco tienen.
En una ocasión le comenté a un amigo que deseaba comer carne de tortuga —que no se te erice la piel porque es una de las carnes que más se consume— y me dijo que comprara la carne porque la empleada de su casa podía prepararla. La compré en una esquina, la carne fresca la ofertaban sobre la concha; la empleada, una joven creole, preparó el plato de tortuga más exquisito que he comido en Bluefields. Luego de almorzar le pregunté donde había aprendido a prepararlo. “En casa de mi mamá”, respondió.
Si sos de los que les encanta el postre luego de la comida principal no te hagas muchas ilusiones, no encontrarás nada nuevo porque lo primero que te ofrecerán, si tienen, es Tres Leches y Pio Quinto, comunes en todos los restaurantes del país. Sin embargo, en las calles de la ciudad los vendedores ambulantes ofertan los propios: queque de quequisque, de yuca, de plátano, Johnny cake, pan bon y otros más, todos ellos hechos en hornos caseros.
A estas alturas debes estarte preguntando “¿dónde voy a saborear la mejor comida?” En ciertas ocasiones podés hacerlo en los festivales gastronómicos que se organizan inmersos en festividades mayores como las mencionadas al inicio. Para ello la gente sale de sus barrios y sus casas, de sus hornos y cocinas, con los mejores platos, con la mejor comida de Bluefields para que sea degustada. Esa comida es la mezcla de diversas culturas: misquita, inglesa, africana, china y mestiza, cada una de ellas realizó sus aportes para enriquecerla con productos y sabores novedosos. La mejor comida Bluefileña se encuentra en los hogares de los barrios creole, en los de ascendencia asiática, en los peroles de los misquitos y en las mesas mestizas que la han adoptado como propia.
La mejor comida de Bluefields no forma parte del extenso menú que te facilitan al acomodarte en la mesa de uno de sus restaurantes. Por ello, frente a procesos hegemónicos como la globalización, es preciso que las universidades, junto con la Cámara de Turismo y los dueños de restaurantes, se den a la tarea de recuperarla, revitalizarla, mostrarla y compartirla con orgullo para ser degustada por los visitantes porque forma parte del patrimonio e identidad cultural del bluefileño.
sábado, 17 de agosto de 2013
BAHÍA DE BLUEFIELDS
El autor del poema Bahía de Bluefields es Beltran Bustamante.Es una obra clásica sobre Bluefields y aquí les dejo la letra y a Osberto Jerez interpretándolo con saxofón.
martes, 13 de agosto de 2013
DOS CARIBEÑOS EN LA BARRERA DE JUIGALPA
viernes, 26 de julio de 2013
ESTAMPIDA Y ESCRITURA
lunes, 15 de julio de 2013
LA CAMIONA
Víctor Barrera se subió al camastro del gigante gancho con
la seguridad de que en cualquier momento comenzaría a deslizarse sobre el
lodazal y lo llevaría sano y salvo a Nueva Guinea. “Cuando escuché el grito
alegre de Fulgencio Duarte, el ayudante del tractorista, indicando la salida
—¡jálela, jálela, jálela! —, sentí el arrancón bajo mis pies y me senté en el
piso de madera entre sacos de azúcar, latas de aceite, pacas de sal, cajas de
jabón y herramientas, sujetándome de los tablones”, dijo Víctor desde la
comodidad de su oficina.
Sobre el gancho, cortado de inmensos árboles, construían un
camastro rectangular que acoplaban con un cable al tractor Caterpillar D6 de
oruga, que lo jalaba para poder trasladar alimentos y combustible entre La
Gateada, propiamente en La Curva, y la recién formada colonia de Nueva Guinea.
Las puntas del gancho y su base eran ovaladas a punta de machete, permitiendo
que se deslizara sin resistencia en subidas y bajadas, apartando el agua de los
charcos en un crujido constante que se mezclaba con el ruido del tractor. En
terreno malísimo, principalmente en grandes hondonadas, el tractor cruzaba
primero y luego arrastraba a “la Camiona” —así le llamaban— con el cable del
guinche hasta la parte más alta para seguir avanzando entre el lodo y la espesa
montaña al ritmo de mansa boa.
Al inicio, los víveres se trasladaban en el lomo de treinta
mulas, pero como no aguantaban el trajín y se cansaban en los lodazales,
pasaron a ser usadas por los técnicos del Instituto Agrario. “A don Miguel
Torres se le ocurrió el invento porque él fue, en un tiempo, maderero y de esa
manera trasladaba el combustible y herramientas a los puntos de extracción más
avanzados en la montaña. Con la Camiona se resolvió el problema de
abastecimiento que sufríamos en los primeros años de fundación, entre 1965 y 1970,
antes de que se construyera la carretera desde La Gateada”, dijo don Víctor
Ríos Obando, uno de los fundadores de Nueva Guinea.
“En la Camiona me venía para acá cuando salía de vacaciones;
a veces la cargaban con combustible y, en otras, con víveres, porque no
transportaban las dos cosas al mismo tiempo. Cuando tenía que regresarme a
estudiar a Managua, en ella me montaba; iba cargada de gente y recipientes
vacíos. El viaje duraba cuatro días, dos de ida y dos de regreso. De Nueva
Guinea salían de madrugada, a eso de las cuatro de la mañana, y en el recorrido
se detenían por espacios breves en La Paula, La Santos y Río Rama, hasta que
llegaban a El Coral a las seis de la tarde. En esos tiempos, El Coral era una
callecita triste, pero allí descansaban, comían y dormían para salir tempranito
al día siguiente. Se detenían en La Ceiba y Quebrada Grande; llegaban a La
Curva entre la una y dos de la tarde, descansaban un rato, la cargaban de
productos y vuelta para atrás”, agregó Víctor Barrera.
El viaje duraba menos cuando comenzaron a construir la
carretera de todo tiempo porque la Camiona llegaba hasta el punto más avanzado
del camino. “La demanda de productos creció con el aumento de colonos y
trataron de sustituirla con uno de esos tráileres que se utilizan en los
ingenios, pero no les resultó: se embancaba o se daba vuelta en la trocha y la
carga quedaba regada en el lodazal”, explica Víctor.
“La esperábamos ansiosos por las tardes y muchos salían a su
encuentro montados en bestias hasta el río La Verbena. El rostro de Luis Morán,
el primer tractorista de la Camiona, brillaba de alegría por el recibimiento
que le dábamos cada vez que entraba por la primera calle que hicimos, la
principal de ahora. Cada cuatro o cinco viajes teníamos que hacer una nueva
porque se desgastaba en la trocha; todita se la carcomía el lodo. Siempre
escogíamos grandes ganchos de árboles duros y resistentes, como almendro y
guayabón, para que aguantara. ¡Éramos ingeniosos, en esos tiempos no nos
resignábamos!”, recuerda don Víctor Ríos Obando, lleno de orgullo.
El tractor se detenía frente a la oficina del Banco
Nacional, descargaban la Camiona y después distribuían los productos en la
cooperativa, al otro lado de la pista, en la esquina opuesta de la llamada
“catedral” de Nueva Guinea. “Allí me bajaba y después caminaba hasta la casa de
mi mamá en Río Plata”, dijo Víctor Barrera, mostrándome el sitio donde la parqueaban.
miércoles, 10 de julio de 2013
EMOTICONOS
:-D Hablar sonriendo
X-D Tronchado de sonrisa
:-l Inexpresivo
;-) Guiño de complicidad
:-X Besos
>:-) Sonrisa diabólica
:´( Llorar
:´) Llorar de emoción
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