lunes, 20 de septiembre de 2010

GANADEROS GORDOS, CAMPESINOS FLACOS Y BOSQUES RALOS

La ganadería es una de las actividades económicas agropecuarias más importantes del país. La practican miles de pequeños, medianos y grandes productores en diferentes regiones. Tiene más de cuatrocientos años de ser una actividad productiva y, desde que fue introducida por los colonizadores españoles, su sistema de producción ha variado muy poco.

Hace cincuenta años irrumpió el “auge ganadero” caracterizado como la tercera fase de inserción del país en el mercado mundial, lo que consolidó el actual “modelo agroexportador” ante la demanda creciente de carne por los países ricos, principalmente los Estados Unidos de Norteamérica. Dicho auge se manifestó en un incremento de la producción de carne del 377 por ciento entre el periodo de 1950 y 1978, superior al del café, azúcar y de granos básicos en el mismo lapso.

Este acelerado repunte de la actividad agropecuaria fue producto de la expansión del área de cultivo y, en la ganadería, de la incorporación de nuevas tierras en pastizales con patrones tecnológicos extensivos. Ante la apertura de nuevos caminos y carreteras en la región central y producto del proceso de diferenciación campesina, llamado “vías de desarrollo campesino”, diferentes tipos se asentaron en amplios territorios vírgenes de bosque húmedo tropical en el este de país, dando lugar al proceso de colonización de la frontera agrícola.

Carne en Canal
Estos campesinos asentados en la “nueva frontera agrícola” son los que sustentan la actividad ganadera. Por su lejanía, marginación y exclusión de políticas públicas, son presa fácil de una cadena compleja de intermediación ganadera. Para lograr la reproducción de su sistema productivo deben vender sus productos, en este caso los terneros y novillos, a “arreadores de montaña”, los que a su vez los venden a acopiadores de puertos de montaña y éstos a acopiadores de los grandes ganaderos que los repastan o engordan en sus extensas fincas para, al final, después de entre cuatro y seis meses, venderlos a los mataderos industriales o exportarlos a México, Guatemala, Honduras, El Salvador y últimamente a Venezuela. En el caso de la leche, elaboran quesos de manera artesanal, los que siguen más o menos la misma dinámica de intermediación.

Los niveles de productividad a nivel nacional son bajos. La tasa de parición es del 45 por ciento, mientras que el intervalo entre partos es mayor a los dieciocho meses; la producción de leche por vaca por día es de 3.8 litros, los novillos alcanzan el peso deseado para el sacrificio, entre 380 y 400 kilogramos, a los tres y medio o cuatro años.

Estos índices son producto de la baja inversión, concentrándose en tierra, mano de obra y ganado. Mejoras en la actividad, tales como combinación de gramíneas con leguminosas, sales minerales, prácticas sanitarias adecuadas, infraestructura para el manejo, higiene del ordeño e inseminación artificial para el desarrollo genético son mínimas, aunque frecuentes en las fincas de los ganaderos grandes, los que representan menos del veinte por ciento del total de productores dedicados a la actividad, vinculados a la exportación, financiamiento, tecnología y a los grupos de poder.

El ganadero de montaña, “el finquero” ubicado en la nueva frontera agrícola, obtiene índices de productividad bajísimos que inciden, por el gran numero de ellos, en la media nacional. Radica en la finca y sus condiciones de vida son extremas porque no accede a los principales servicios básicos, financiamiento ni asistencia técnica. Su lógica de producción y los resultados económicos de la actividad se basan principalmente en el trabajo familiar, ganado y el capital natural: la montaña. Una vez que logra acumular capital compra tierras al campesino pobre para expandir su finca, mientras que éste se adentra cada vez en la selva sobreviviendo de granos básicos mediante la tala, roza y quema del bosque.


La ganadería ha entrado en una nueva fase de crecimiento. Entre los años 2000 y 2009, las exportaciones de carne, medidas en millones de dólares a precios FOB, tuvieron un incremento del 341 por ciento según datos del Banco Central. Todos ganan en la actividad, unos más que otros, con costos elevados para el país. Tener ganado es sinónimo de ganancia. Mientras no se fomente e incluya a los ganaderos de frontera agrícola, a los finqueros, en programas de mejora ganadera que logren estabilizarlos en su finca actual y elevar sus índices de productividad, seremos espectadores de mayores conflictos sangrientos por la tierra en territorios indígenas del caribe y del pastoreo de ganado en las Reservas Indio - Maíz y Bosawas, lo que será referencia del fracaso del sistema ganadero actual y de quienes obtienen mayor riqueza del mismo.

Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
hillron@hotmail.com
Miércoles, 15 de septiembre de 2010