lunes, 15 de julio de 2013

LA CAMIONA

Víctor Barrera se subió al camastro del gigante gancho con la seguridad que en cualquier momento comenzaría a deslizarse sobre el lodazal y lo llevaría sano y salvo a Nueva Guinea. “Cuando escuché el grito alegre de Fulgencio Duarte, el ayudante del tractorista indicando la salida — ¡jálela, jálela, jálela! —, sentí el arrancón bajo mis pies y me senté en el piso de madera entre sacos azúcar, latas de aceite, pacas de sal, cajas de jabón y herramientas, sujetándome de los tablones”, dijo Víctor desde la comodidad de su oficina.

Sobre el gancho, cortado de inmensos árboles, construían un camastro rectangular que acoplaban con un cable al tractor Caterpillar D6 de oruga que lo jalaba para poder trasladar alimentos y combustible entre La Gateada, propiamente en La Curva, y la recién formada colonia de Nueva Guinea. Las puntas del gancho y su base eran ovaladas a punto de machete, permitiendo que se deslizara sin resistencia en subidas y bajadas, apartando agua de los charcos en un crujido constante que se mezclaba con el ruido del tractor. En terreno malísimo, principalmente en grandes hondonadas, el tractor cruzaba primero y luego arrastraba a “la Camiona”, así le llamaban, con el cable del guinche hasta la parte más alta para seguir avanzando entre el lodo y la espesa montaña al ritmo de mansa boa.

Al inicio los víveres se trasladaban en el lomo de treinta mulas, pero como no aguantaron el trajín, se cansaban en los lodazales, pasaron a ser usadas por los técnicos del Instituto Agrario. “A don Miguel Torres se le ocurrió el invento porque él fue en un tiempo maderero y de esa manera trasladaba el combustible y herramientas a los puntos de extracción más avanzados en la montaña. Con la Camiona se resolvió el problema de abastecimiento que sufríamos en los primeros años de fundación, entre 1965 y 1970, antes que se construyera la carretera desde La Gateada”, dijo don Víctor Ríos Obando, uno de los fundadores de Nueva Guinea.

“En la Camiona me venía para acá cuando salía de vacaciones, a veces la cargaban con combustible y en otras con víveres porque no transportaban las dos cosas al mismo tiempo. Cuando tenía que regresarme a estudiar a Managua, en ella me montaba, iba cargada de gente y recipientes vacíos. El viaje duraba cuatro días, dos de ida y dos de regreso. De Nueva Guinea salían de madrugada, a eso de las cuatro de la mañana y en el recorrido se detenían por espacios breves en La Paula, La Santos y Río Rama hasta que llegaban a El Coral a las seis de la tarde. En esos tiempos El Coral era una callecita triste, pero allí descansaban, comían y dormían para salir tempranito al día siguiente. Se detenían en La Ceiba y Quebrada Grande; llegaban a la Curva entre la una y dos de la tarde, descansaban un rato, la cargaban de productos y vuelta para atrás”, agregó Víctor Barrera.

El viaje duraba menos cuando comenzaron a construir la carretera de todo tiempo porque la Camiona llegaba hasta el punto más avanzado del camino. “La demanda de productos creció con el aumento de colonos y trataron de sustituirla con uno de esos tráileres que utilizan en los ingenios pero no les resultó: se embancaba o se daba vuelta en la trocha y la carga quedaba regada en el lodazal”, explica Víctor Barrera.

“La esperábamos ansiosos por las tardes y muchos salían a su encuentro montados en bestias hasta el río la Verbena. El rostro de Luis Morán, el primer tractorista de la Camiona, brillaba de alegría por el recibimiento que le dábamos cada vez que entraba por la primera calle que hicimos, la principal de ahora. Cada cuatro o cinco viajes teníamos que hacer una nueva porque se desgastaba en la trocha, todita se la carcomía el lodo. Siempre escogíamos grandes ganchos de árboles duros y resistentes como Almendro y Guayabón para que aguantara. ¡Éramos ingeniosos, en esos tiempos no nos resignábamos!”, recuerda don Víctor Ríos Obando lleno de orgullo.

El tractor se detenía frente a la oficina del Banco Nacional, la descargaban y después distribuían los productos en la cooperativa, al otro lado de la pista, en la esquina opuesta de la llamada “catedral” de Nueva Guinea. “Allí me bajaba y después caminaba hasta la casa de mi mamá en río Plata”, dijo Víctor Barrera mostrándome el sitio donde parqueaban la Camiona.