Caminando por el sendero flores encontré
blancas, rojas, azules, lilas,
arduas, suaves, lisas;
su fragancia disfruté.
Desde el valle del bosque admiré
densura, verdor selva, amarillo,
vegetación primaria, heridas abiertas;
caminé descansando en la ribera del río.
Subí a la cumbre del cerro,
el horizonte aprecie:
cielo azul, sol radiante,
luna llena, frío ancestral;
a lo lejos, el mar.
Apresuré el paso con esmero
para bajar
Mezclando sus aguas,
conjugándose en verbo,
impregnando vida de riquezas;
sin negarse, sin temores, sin ironías,
descubrí la danza de la mar y el río.
El olor y el néctar de las flores,
el verdor del bosque,
la visión desde la cumbre,
todo se desvanece.
Pero eternamente
perdura en la memoria el desborde:
revoloteo y pasión
del río y la mar que danzan.
Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS.
08/01/12
Me alegro muchísimo de poder leerte de nuevo; me ha gustado tu poema.
ResponderEliminarAbrazo fuerte y feliz año, Rafael
Chocho Catra, ahora asoman musas y citaras. Te felicito.
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