Hoy cumplo cincuenta y cinco años. ¡Cómo pasa el tiempo! Volviendo la mirada al pasado, compactando las etapas vividas, sin lugar a dudas, la infancia y adolescencia en mi puerto querido, y la actual son las mejores. ¿Y las otras?, se preguntarán. Las encierro en un paréntesis de gratos momentos aún cuando se desarrollaron entre las convulsiones eufóricas de este país ardiente, que como sus volcanes despierta cada cierto tiempo en erupciones catastróficas para comenzar de nuevo.
Me acompañan por siempre la brisa del mar, su arena y sus azules olas. En las noches de insomnio despejo mi mente y duermo hasta materializar la imagen de la bahía de Bluefields, observando en el horizonte, desde el corredor de la casa de mis padres, el apacible oleaje frente a la isla de Miss Lilian y su inseparable isla chiquita. En este día siempre están vivos mis abuelos Felipe y Manuela; tanto a mis hermanos como a mí, nos despertaban en el día de cumpleaños reventando pólvora, tirando cohetes chinos y, luego de celebrarlo con mis padres, cruzaba el patio, una división imaginaria, para acudir donde ellos.
Trabajaba más allá del horario establecido, con la firme convicción que el esfuerzo y esmero son ingredientes necesarios para transformar la realidad. Mis compañeros y compañeras de entonces me sorprendieron: al salir de la oficina me llamaron a un auditorio y los encontré alrededor de una mesa con la cena servida, el pastel con una candela encendida y botellas de ron para celebrar mis cuarenta años. Me encontraba lejos de la familia, mi mujer y mis hijos y, sin poder evitarlo, lloré de alegría. Conservo la foto y nunca olvidare ese detalle por parte de ellos.
Al cumplir los ansiados cincuenta la celebración duró varios días hasta culminar rodeado con mis amigos de siempre y sus familiares. Con ese entusiasmo, con ese espíritu de celebrar la vida, hoy aplaudo la barba blanca y las primeras canas en mi cabello negro que “parecen rayos plateados”, dice Emilce, herencias de mi padre y madre. Los celebraré en la tranquilidad de mi casa, bajo la sombra de los árboles de Caoba que un día planté, rodeado de mis seres queridos, los recuerdos de aquellos que en este largo camino estuvieron a mi lado y se han ido, y los que vuelan sin cesar buscando una rama que los proteja.
Poco a poco, palabras acomodando palabras, párrafo a párrafo, sin prisa porque la vida se acaba, compartiré con ustedes los recuerdos guardados entre paréntesis. ¡Salud!
Ronald Hill A.
La Colina
Día de cumpleaños.
Irónicamente las frases sobre el tiempo que de jovenes entendíamos como clichés, es el tiempo el que hace que le demos valor. Feliz cumpleaños Ronald!
ResponderEliminarGracias Julio C. Moreno: Salud!
ResponderEliminarEstas entero todavia, Felicidades. Francisco Vela Suarez
ResponderEliminarSalud por tus 55 años, y salud por mis pocos e intensos años de tener la fortuna de conocerte. Deseo que cumplás más porque de esa manera podré celebrar con vos más vida y tendremos la oportunidad de que nos contés tus recuerdos, con ese estilo literario al que nos tenés acostumbradas. ¡Qué alegre que necsite Ronald Hill!
ResponderEliminarGracias milyuntropicos, Salud!
ResponderEliminarSalud Ronald, felices 55.
ResponderEliminarSalud y salud, la primera es para que diosito te brinde esa salud que tanta falta nos hace, para que te ilumine a vos y a la familia; la segunda por cualquier pikinyuqui. Feliz cumpleaños
ResponderEliminarWagner
Gracias Antonio y Wagner. Espero verlos el próximo año en la esquina de Palo Solo. Saludos.
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