Domingo, 17 de marzo de 2013
115 libras (demasiado flaca, ¿Por qué?).
¡Espinillas en el rostro!
Mesa de Noche (Cigarrillos, cenicero lleno, cinco en la cajetilla y
pastillas para dormir… dos. Farmacia, ¡Farmacia!).
Cama (sábanas blancas impecables).
Mesa (latas vacías de cerveza).
7:00 a.m. No lo puedo enfrentar, duele demasiado, ni
siquiera en las largas horas que paso en el trabajo dejo de pensar en él, deseo
verlo una y otra vez más. ¿Qué diría si me viera así, tan delgada, escurrida?
Mejor ni lo pienso. No deseo hacer nada para las vacaciones, sólo quedarme
abandonada en la casa, acomodada en el sofá viendo los clásicos de Semana
Santa, el sufrimiento desgarrador que me ahoga, con una pana llena de mango,
jocote y papaya en almíbar. Debería vestirme de luto para asistir a la iglesia
porque ni los ríos ni las playas dejarán que piense en la semilla que sembró en
su vientre. Serán unas largas vacaciones en la soledad de mi casa, acompañada
por cervezas, iguana con huevos en pinol y
almíbar. Necesito unas libritas de más para enfrentarlo con fuerzas y
superarlo cuando comiencen las lluvias como lo hacen en Bluefields con el Palo
de Mayo.
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