Cuando Bernabé Barrera, llamado con cariño por sus amigos “Doble B”, aceptó la propuesta por parte de la Asociación de Trabajadores del Campo de viajar a Cuba como integrante de una delegación de jóvenes campesinos para conocer la experiencia revolucionaria y combatir a su regreso las difamaciones que se hacían contra el sistema, no se percató que su vida cambiaría para siempre.
“No te preocupes, tu mujer se quedará en la casa de sus padres, aprovecha la oportunidad de salir de esta comunidad abandonada”, le dijo su padre al consultarlo. Sus amigos de Los Pintos, compañeros de juego de béisbol, lo recomendaron al responsable de la organización en Nueva Guinea porque era el único de ellos que sabía leer y escribir. Recién cumplía dieciocho años y se había juntado con Esmeralda González, vecina de la parcela de su padre y dos años menor que él.
“No te preocupes, tu mujer se quedará en la casa de sus padres, aprovecha la oportunidad de salir de esta comunidad abandonada”, le dijo su padre al consultarlo. Sus amigos de Los Pintos, compañeros de juego de béisbol, lo recomendaron al responsable de la organización en Nueva Guinea porque era el único de ellos que sabía leer y escribir. Recién cumplía dieciocho años y se había juntado con Esmeralda González, vecina de la parcela de su padre y dos años menor que él.
Jugaban en el campo de béisbol esa mañana de domingo cuando divisaron una tormenta de polvo que se aproximaba a ellos. Al estacionarse la camioneta Toyota Land Cruiser FJ40, tuvieron de voltear sus rostros para evitar el golpe del polvazal y, al volver la mirada, vieron a Hilario, el promotor de la ATC , que preguntaba por “Doble B”. “Te buscan a vos”, le gritaron sus amigos.
— Te vengo a traer, mañana salís para La Habana —dijo Hilario.
— ¿Mañana?, ¡todavía no me he alistado! —respondió “Doble B”.
— No te preocupes por nada. En Managua lo haremos y hoy mismo te vamos a sacar el pasaporte —dijo Hilario con tono alentador.
Luego de despedirse de su padre, de Esmeralda y de sus amigos que lo acompañaron hasta su casa, se montó en la camioneta sonriente, mientras su madre, con llanto en los ojos, le entregaba un morralito de comida. “Para el viaje, mi niño, que Dios me lo proteja”, le dijo.
Al bajar del avión de Cubana de Aviación en el aeropuerto internacional José Martí, “Doble B” mostraba palidez en su rostro y el pantalón de azulón manchado por el vomito delataba el contenido del morralito aliñado. Al pasar por migración fue separado del grupo y trasladado al Instituto de Medicina Tropical. Le hicieron los exámenes de rigor, de sangre, heces y orina. Los resultados indicaron que padecía malaria e infección renal y le brindaron tratamiento. También descubrieron que tenía liendres en su cabello, hongos en sus pies, y deficiencia en su visión y dentadura. La doctora responsable de la atención de los nicas recomendó que se le hiciera inspección exhaustiva en sus genitales y emocionado permitió que la enfermera de turno estableciera, con sumo profesionalismo, el estado del vello púbico, la medición de la longitud de su pene, desarrollo escrotal y volumen testicular, así como la valoración de lesiones y exudados anormales. De igual manera, le indicó que adoptara la posición genupectoral y que hiciera la maniobra de Valsalva. En completo estado de excitación, “Doble B” siguió fielmente las indicaciones y, al sentir que le exploraba el ano, dio un ronco quejido y se desmayó.
Una semana después se unió al grupo de nicas, quienes lo encontraron totalmente cambiado: una amplia sonrisa y lentes de medida en su rostro, cabello corto a ras, dentadura impecable y más seguro de sí mismo. Recorrió junto a ellos empresas genéticas de leche, donde conoció a la famosa “ubre blanca”; granjas avícolas productoras de huevos y carne; centros de reproducción y engorde de cerdos; mataderos industriales; fabricas de piensos; granjas de la empresa de la flora y la fauna donde criaban el caballo de paso cubano, codornices, ovejas, patos de diversas razas y gallos de pelea. En cada una de estas visitas participó en conversaciones con los trabajadores, quienes explican los beneficios sociales que obtenían y en asambleas de gestión donde exponían los avances de los planes, el cálculo económico y la gestión socialista empresarial. “Doble B” se maravillaba de los logros obtenidos y hacia comentarios con los que comparaba la situación de los trabajadores del campo en Nueva Guinea, lo que le permitió asumir liderazgo en el grupo.
La gira incluía actividades recreativas y culturales. Conoció el estadio Latinoamericano, donde presenció un juego amistoso de béisbol entre Cuba y Nicaragua; visitó el teatro Carlos Marx, museos, Varadero, el Tropicana y recorrió la Habana vieja. Participó en el acto del XXI aniversario de Playa Girón celebrado en la plaza de la Revolución , donde escuchó emocionado el discurso del comandante en jefe, quien, al concluir el acto, saludó a la delegación nica y estrechó su mano.
Tres meses después fue informado por la embajada de Nicaragua que había sido seleccionado, por su destacada participación en la misión, para realizar visita con iguales objetivos a otros países socialistas. Pensó en Esmeralda y sus padres, pero no dudó en aceptar la propuesta. En un periplo de dos años conoció Berlín, Sofía, Praga, Varsovia, Moscu, Hanoi y Pyongyang. Regresó a la Habana y, posteriormente a Nicaragua, exactamente dos años y quince días después que Hilario, el promotor de la ATC , lo llegó a buscar a su casa. En el aeropuerto lo esperaba un funcionario de la cancillería, quien le entregó quinientos córdobas para que regresara a Nueva Guinea, además de solicitarle el pasaporte oficial emitido a su nombre.
Bernabé Barrera, “Doble B”, contactó a Hilario con el fin de detallarle los logros y avances observados en el agro de los países socialistas, los beneficios de los trabajadores, así como aspectos de cultura general asimilados y los idiomas que dominaba, pero por la prioridad de la guerra que se enfrentaba en ese momento no fue escuchado como esperaba y se refugió decepcionado en la vieja casa de madera de sus padres junto a Esmeralda. Pasaba las mañanas ayudando en las labores de la parcela y por las tardes, tendido en una hamaca, leía los libros que había adquirido en sus viajes y escuchaba música clásica. Sus viejos amigos, al tener noticias de su regreso, lo buscaron para que compartiera su experiencia ya que ellos lo habían recomendado.
“Vieran ustedes qué bello es el mausoleo de Lenin, cuando lo vi pensé que estaba vivo, ¿saben quién es Lenin? Recorrí el muro de Berlín, alto y bien vigilado por los militares, ¿saben qué es el muro de Berlín? El teatro Carlos Marx de la Habana es inmenso, su sala tiene más de cinco mil butacas y allí se realizan los conciertos más importantes, ¿saben quién es Carlos Marx? ¿Se fijan?, ustedes son ignorantes, no saben ni conocen nada, para ello deben salir de esta comunidad, viajar, relacionarse con otra gente y su cultura”, les decía a sus amigos, quienes se volvían a ver asombrados.
Con el paso de las semanas, “Doble B” acudió al campo de béisbol donde sus amigos jugaban y, al concluir, se reunieron bajo la sombra de un árbol frondoso de Laurel para escuchar sus historias. Como siempre, mencionaba los lugares que había visitado y preguntaba si ellos los conocían, burlándose con aires de grandeza. De pronto, Mauricio, uno de sus amigos, cansado de escuchar sus burlas tomó la palabra. “Se ve que aprovechaste el viaje, conociste varios países, su cultura y hasta hablas varios idiomas. Nosotros no hemos salido de estos montes, no conocemos a esos que tienen nombres raros, pero te aseguro que vos no conoces a un tipo que se ha hecho famoso aquí en Los Pintos, uno que se llama Juan Pérez”, dijo ante la mirada de sorpresa de los otros.
Con el paso de las semanas, “Doble B” acudió al campo de béisbol donde sus amigos jugaban y, al concluir, se reunieron bajo la sombra de un árbol frondoso de Laurel para escuchar sus historias. Como siempre, mencionaba los lugares que había visitado y preguntaba si ellos los conocían, burlándose con aires de grandeza. De pronto, Mauricio, uno de sus amigos, cansado de escuchar sus burlas tomó la palabra. “Se ve que aprovechaste el viaje, conociste varios países, su cultura y hasta hablas varios idiomas. Nosotros no hemos salido de estos montes, no conocemos a esos que tienen nombres raros, pero te aseguro que vos no conoces a un tipo que se ha hecho famoso aquí en Los Pintos, uno que se llama Juan Pérez”, dijo ante la mirada de sorpresa de los otros.
— Debe ser otro ignorante como ustedes —dijo “Doble B”.
— Te equivocas, no tiene nada de pendejo —respondió Mauricio.
— ¿Quién es ese Juan Pérez que no lo he oído mencionar? —pregunto inquieto “Doble B”.
— Es el que ha pasado revolcándose en potreros y quebradas con tu mujer desde que te fuiste —respondió Mauricio, provocando risas y burlas del resto de sus amigos.
Desde ese día, “Doble B” abandonó a Esmeralda y se trasladó a vivir a la colonia de Río Plata. Trabajó en el Centro de Investigación y Estudios de la Reforma Agraria hasta que se dio el cambio de gobierno de 1990; con una mochila en su espalda llena de papeles y un lapicero en la bolsa de su camisa, camina por las calles de Nueva Guinea y cuando sus amigos lo saludan le gritan: “¡Adiós, Juan Pérez!”.
Ronald Hill A.
Nueva Guinea, RAAS.
Miércoles, 05 de octubre de 2011
Interesante Ronald y muy real el relato. Fue muy común que muchos dirigentes mandaban a estudiar o movilizado a jóvenes para después caerle a la esposa del susodicho. Saludos y excelente tu cuento
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