Lo notó con el paso del tiempo. Nubarrones, tormentas, desequilibrios y obstáculos lo mantenían ciego sin valorar cosas menores. Su vida transcurría en un ir y venir constante, mochila al hombro llena de sueños para desparecer en otros lo que, sin darse cuente, a él también lo limitaba. Una noche soñó para él. Sorprendido despertó en la oscuridad. Hizo cuentas, desechó lo malo de lo bueno, olvidó rencores del pasado, calculó el tiempo, aligeró su mochila y se concentró en su futuro sin mirar atrás.
Lo encontré muchos años después. Pecas en sus manos, cabello aún negro con barba blanca. Nos dimos la mano, un abrazo y al preguntarle como estaba respondió: “Muy bien, ahora lo puedo ver todo como en una película, lo puedo ver claramente, mis miedos han desaparecido”.
Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Martes, 11 de octubre de 2011
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