Los botes
esperaban en el muelle de los pescadores. Edward y su madre, Rosemary, se
sentaron en la popa; un indio de Rama Cay comenzó a remar poniendo en
movimiento la embarcación. Teodoro bajó de prisa las gradas de tierra desde la
esquina de Miss Lilian y se sentó en el bote, el indio Rama más joven lo alejó
del muelle empujándose con el canalete. Navegaron en línea recta y pasaron los
guardacostas. Edward escuchó el golpe de los canaletes del otro bote en el
agua; anochecía y no podía verlo. Los indios Rama remaban con fuerza y veloces
con el fin de entrar en la corriente.
“¿Dónde vamos, mamá?”, preguntó Edward cuando el bote giró a babor.
Se deslizaban en la bahía paralelo al puerto sobre la fuerte corriente,
alimentada por las aguas del rio Escondido, pasando los muelles de la aduana y
la Texaco. Edward notó las lucecitas tristes de las casas y, más allá de una
mancha oscura, las luces de los barcos camaroneros atracados en el muelle de la
Casa Cruz.
“A la Isla del Venado. Una señora está enferma”, dijo Rosemary
sosteniendo un bolso y señaló hacia una lucecita entre el puerto y Bluefields,
al lado izquierdo de Half Way Cay.
El bote en que iba Teodoro llegó primero. Cuando desembarcaron se guiaron por
la chispa de los cigarros que fumaban. El indio Rama empujó el bote hasta la
arena seca, Teodoro le dio un cigarro y comenzaron a caminar. El indio joven iba
adelante cargando el bolso y Rosemary alumbraba el camino con su foco. Pasaron
un cocal, recorrieron un sendero húmedo donde se escuchaba el movimiento de
cangrejos; al subir una ladera observaron luces en una choza de madera. Dos
perros salieron a su encuentro y una anciana esperaba en la puerta con una
lámpara.
“Tiene tres días”, dijo la anciana cuando Rosemary vio a la mujer tendida
en la cama de madera, cubierta por una cobija sobre un colchón de zacate seco
envuelto en sacos de bramante.
Desde Rama Cay llegaron dos ancianas a ayudarle; no tuvieron resultado.
Decidieron avisarle a Rosemary por su maestría en el arte de traer a este mundo
a más de la mitad de los pobladores de El Bluff y, en su juventud, antes de
trasladarse a vivir al puerto, a los primeros habitantes de la isla del Venado
y a cientos de indios Ramas que poblaban los cayos de la bahía de Bluefields y
Kukra River. Cuando Teodoro y Edward entraron, la mujer gritaba y sintieron un
fuerte aroma. El indio Rama se alejó de la casa seguido por los perros, más
allá del cocal para no escuchar los gritos enloquecedores.
“Va a parir”, le dijo Rosemary a Edward. Le indicó a una anciana que
calentara agua en un perol. “Por eso grita, por los dolores, la criatura quiere
nacer y ella quiere que nazca. Sus músculos están tratando que salga, eso pasa
cuando grita”, agregó.
“Sí”, contestó Edward y Rosemary se acercó a la mujer. “No puedo más”, le
dijo. La anciana que calentaba el agua le avisó a Rosemary que ya hervía y echó
la mitad del líquido en una pana. Rosemary se lavó las manos y palpó el vientre
de la mujer, sobándolo con un trapo tibio. De su bolso sacó una lata que
contenía hierbas y las sumergió en el perol. “Tienen que hervir”, dijo.
Edward observaba con detenimiento a su madre masajear la barriga de la
mujer. “La criatura viene en mala posición. Voy a meterle mano para
acomodarla”, dijo. Le pidió a la anciana un pocillo con el té y la mujer lo
bebió. Llamó a Teodoro y le entregó los
trapos húmedos, le pidió que retirara la cobija y que vaciara en sus manos el
aceite de olivo que estaba en el bolso.
Luego, al intentar meter la mano moviéndola con esfuerzo, Teodoro, el remero
joven y la otra anciana, sujetaron a la mujer. Edward sostenía
el tarro de aceite al lado de su madre que tardaba, rezaba y sudaba mientras la
mujer gritaba. Finalmente, luego de acomodar ambas piernas, sacó a la criatura,
le dio dos palmadas en la nalga para que respirara y se la entregó a la anciana
que cuidaba el agua.
“Es un bello niño Rama”, le dijo a Edward mientras él apartaba la mirada
para no verla cortar el cordón que lo mantenía unido a la mujer. “Ese fue el
parto más hermoso que atendió mi mamá”, contó Edward muchos años después en El
Bluff.
31/08/2013
Bella texto con minucias de descripcion mi hermano. No habia leido tus escritos. Son muy bonitos y me transportan a nuestra bella tierra que espero un dia volver a ver. Parabéns!. Felicidades.
ResponderEliminarMuy bueno el escrito describe detalladamente el evento.
ResponderEliminar