jueves, 30 de mayo de 2013

EL DÍA DE MI MADRE

Mi madre se elevó a los cielos sin una cana, sin una arruga, llena de vida. Inconsciente en una cama, sosteniéndole la mano le dije que la quería, que despertara, que perdonara mis estupideces infantiles, que era lo mejor del mundo y que sin ella todo acabaría. Al salir de la habitación, con lágrimas en los ojos mi padre me abrazó y sellamos el dolor de nuestro destino sin ella. Dos días después recibí su llamada. “Se ha ido”, dijo. Y cada día desde entonces, está presente en el aire que respiro.

Hoy es su día, el de mi madre. Y la veo sonriente, despertándome cada día muy de mañana para desayunar y poder tomar a tiempo el barco que me cruzara por la bahía. En las fotografías del pasado su bella letra describe cada uno de los momentos que quedaron grabados para siempre. “Ronald, tres meses. Para White Bush, su papi que lo quiere mucho”. “Ronald, Tony e Indiana, navidad de 1962”. Y otras, muchas más que recogen los momentos que disfrutamos a su lado: piñatas, navidades, primera comunión y al final al lado de mis hijos, sus nietos y de los hijos de mis hermanos.


Nunca dijo adiós. Nunca hubo despedida. Mi madre, Ofelia, está en mí, en mis hermanos, en mis hijos, en mi hija y en mis nietos.