Cuando estabas conmigo
mi mundo lo iluminabas,
como sol sobre la arena clara,
y mi ser de seguridad colmabas.
In crescendo fuimos amigos,
confidentes bajo cielos de gaviotas,
entre risas y silencios compartidos,
jugando con la espuma y las olas rotas.
Llenaste mi vida de confianza,
me mostraste la esperanza,
los caminos por recorrer,
y de pronto te fuiste… un atardecer.
El sol se escondía tras los cocoteros,
el mar calló su canto,
los peces no saltaron esa vez,
y en mis adentros se hizo quebranto.
Ahora ando solo por el mundo,
el que creaste para mí,
que gira entre los otros, profundo,
añorando el tiempo que estuve junto a ti.
No basta decir "te extraño",
tu ausencia desgarra mi ser.
Estás aquí, allá, en todos lados,
siento tu sombra volver.
Esa tarde no vi el atardecer,
ni la luna al anochecer.
Tu partida nubló mi ser,
y sigo buscándote entre las sábanas.
En la sonrisa de tus hijos,
en las paredes que aún guardan ecos,
en la casa de madera y sueños,
con vistas a la bahía y barcos viejos.
En las mañanas de cara al mar,
con olor a sal y café recién hecho.
En las noches de charlas en hamacas
bajo estrellas que rozaban el techo.
Las chicharras cantaban tu nombre,
los búhos callaban al verte rezar,
te persignabas con miedo y ternura,
queriendo al silencio espantar.
Tu olor, tu sabor, tu todo,
se mezcló conmigo, y aunque ya no estés,
vives en mis poros, en mi modo,
y en cada ola que viene… y que después se
fue.
Agosto de 2025
Foto: Internet.
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