Tenían una hora
de estar reunidos. “Sos muy crítico”, dijo Margaret apartando su mirada de ojos
azules. Andrés se quedó callado, pensativo; el lapicero que tenía en su mano
derecha inmóvil, los círculos y garabatos que hacía en la libreta, quedaron
abandonados como obra de arte inconclusa. Discutían siempre, pero en esta
ocasión, aun cuando Margaret lo disfrutaba, estaban en total desacuerdo.
“Ni modo, es lo
que pienso”, respondió Andrés mientras Margaret reunía las hojas del convenio
borrador a ser firmado con el gobierno local recién designado. “Es
legitimarlos, es poner en riesgo los fondos y darle la espalda a los líderes de
la sociedad civil que por tantos años nos han acompañado”, expresó Margaret al
levantarse e introducir los papeles en su maletín de ejecutiva. “El cambio es
importante, si no lo aprovechas estás contradiciendo la visión de desarrollo
que tantas veces me has compartido”, respondió Andrés.
“Los líderes
tienen miedo, están indecisos, recelosos, no quieren trabajar con ellos”,
agregó Margaret poniéndose de pie. “¿A qué le tienen miedo?, mira a tu
alrededor, la gente sigue el curso normal de sus vidas, los comerciantes abren
sus tiendas, los abogados escrituran y litigan, los productores siembran y
cosechan, las exportaciones no se detienen y todos acuden a pagar sus
impuestos. Incluso, Margaret, ellos siguen con sus propias vidas, sus propios
proyectos y negocios. Si tienen miedo es por algo, si no quieren involucrarse
debes cuestionar incluso el llamarlos líderes porque su actitud no es la de
uno. Son de ocasión, de épocas de abundancia, acostumbrados a mantener hasta
sombra ajena bajo control sin que nadie los cuestione, muchos menos permitir
que otros sopesen sus propuestas que decididamente has apoyado”, dijo Andrés.
“Eres duro”, expresó Margaret y volvió a la
silla. “No Margaret, es la realidad, no pueden obviarlos, ostentan el poder y
tu organismo debe relacionarse con ellos, incluso los partidos opositores, los
que no aceptaban su proclamación como ganadores, se sentaron en la mesa para
conformar gobierno y eso sí es legitimarlos”, aseveró Andrés volviendo a mover
el lapicero.
Margaret se
quedó pensativa y recordó el largo periodo de cooperación con el gobierno local
que por más de veinte años mantuvo el partido rojo sin mancha, los logros, los
vínculos de hermandad entre su ciudad europea y la ciudad de la “luz en la
selva” que despierta húmeda por la neblina que la inunda desde las montañas,
los viajes de dos vías de los ciudadanos de ambos pueblos para redescubrirse a
través de sus culturas, de las vallas escaladas para frenar la corrupción en el
organismo civil local contraparte, los planes inconclusos, las presiones
recibidas por el comité de solidaridad y el gobierno local de su ciudad por
mejores resultados y mayor impacto.
“No lo aceptan,
desconfían y no quieren involucrarse”, insistió Margaret con tono de
desconcierto. “Apartarse no es la opción adecuada, la vida continua, las
limitaciones están presentes en las comunidades y barrios, los retos son
mayores. Es momento en que ellos demuestren sus capacidades, esas que dices has
fortalecido. No puedes permitir que ahora, por intereses de esos que llamas
líderes, el vínculo establecido se venga al suelo y desaparezca. No es momento
de esconderse en casa, de meter la cabeza en un hueco ante la realidad como un
avestruz temerosa. Es todo lo contrario, es el momento de aprovechar la
coyuntura, actuar pensando en el futuro, redefiniendo nuevas reglas para
interactuar con el gobierno local; incluso debes considerar apartarlos,
involucrando nuevos líderes, principalmente jóvenes dispuestos y con visión”,
expuso Andrés
.
“Sería darles la
espalda, traicionar sus años de trabajo”, respondió Margaret con sus mejillas
blancas ruborizadas. “De no hacerlo traicionarías a la gente humilde de las
comunidades y los barrios que esperan ansiosos los proyectos. Definitivamente
no comprendo tu posición, eres experta en cooperación, de ti he aprendido
mucho, principalmente que la cooperación busca cómo apoyar a los más pobres; tiene
un gran corazón pero en él no cabe el amor maternal como el que muestras hacia
ellos. Por el bien de las comunidades y su gente, es momento que decidas entre
los objetivos de la cooperación y esos líderes que no están dispuestos a seguir
trabajando en este contexto, líderes entre comillas”, agregó Andrés.
Margaret se
levantó y Andrés besó su mejilla derecha como siempre lo hacía al despedirse después
de sus pláticas. “¿Qué escribías?, le pregunto Margaret observando la libreta.
“Nada importante, sólo el vínculo entre círculos y garabatos”, respondió Andrés
y, al verlos, Margaret sonrió.
Domingo, 07 de abril de 2013
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