martes, 11 de febrero de 2025

UN FONDO PARA LA CORONA

Recibí una invitación para unirme a una reunión por los Bluefields Brothers en la ciudad de Managua. Viejos amigos, compañeros de secundaria, con quienes nos bachilleramos hace... bueno, más tiempo del que nos gustaría admitir. Anteriormente, había participado en encuentros similares con ASELAB (Asociación de Estudiantes Lasallistas de Bluefields), pero de eso ya han pasado muchas lunas y algunas canas de más.

Esta vez, con el 50 aniversario de nuestra promoción acercándose, Martín Ugarte me envió el listado de aquellos que recibimos nuestro título un 24 de noviembre de 1974 y sugirió que nos reuniéramos. Le conté que Emilce, mi esposa, se reúne regularmente con sus compañeros del Instituto Nacional de Chontales y que, casualmente, ellos también celebrarían su 50 aniversario con bombos, platillos y un convivio digno de la nostalgia.

Al parecer, la idea prendió, y algunos de los Bluefields Brothers que viven en Managua se organizaron. De pronto, comenzaron a circular fotos de reuniones pasadas: instantáneas en sepia de los años 90 e inicios de los 2000, donde algunos todavía lucían cabelleras completas y menos redondeces en la cintura. Entre fotos y recuerdos, el tiempo se hacía visible no solo en la moda, sino también en los rostros.

La cita fue el sábado 8 del presente en la ciudad de Managua, en el residencial Bello Horizonte, en un local llamado Morena Bafana. Unos 20 nos congregamos, con el ánimo intacto y la memoria un poco más frágil. Con anticipación, habíamos pedido el tipo de rondón de nuestra preferencia: de pescado, aleta de tortuga o costilla de cerdo ahumada. El ambiente era completamente caribeño, con música reggae de fondo y las paredes decoradas con pinturas de Bob Marley y Lucky Dube, como para recordarnos que, aunque los años pasen, la esencia sigue intacta.

Al llegar, recibíamos un papel con el tipo de rondón solicitado y ordenábamos la bebida de rigor: cerveza, ron o whiskey, porque uno podrá envejecer, pero ciertas tradiciones no se negocian. Los saludos fueron efusivos, algunos con abrazos fuertes, otros con miradas de incredulidad seguidas de un "¡No jodás, vos sos fulano!". Las conversaciones fluían y las mesas se volvieron estaciones de reencuentro; nadie se quedaba fijo, todos nos movíamos de un lado a otro, tratando de ponernos al día con décadas de historias acumuladas.

Después del rondón y con la despedida rondando, hicimos una colecta para ayudar Norman Hooker, uno de los compañeros que llegó de Bluefields, desde el barrio Fátima, y que, con los años, ha ido perdiendo la vista. Una de esas ironías de la vida: cuando por fin nos volvemos a ver, algunos ya no pueden hacerlo del todo.

Antes de cerrar la jornada, algunos tomaron la palabra para agradecer a los organizadores y recalcar la importancia de seguir reuniéndonos. Porque sí, es bonito recordar los años de adolescencia en Bluefields, aunque en el fondo sepamos que ese tiempo ya se nos fue como arena entre los dedos. Yo aproveché para mencionar que en la próxima reunión me gustaría presentar mi libro "Hijos del Tiempo y La Arena – Relatos de El Bluff", a lo que varios respondieron con entusiasmo.

Entonces, Edgard Hooker, con su chispa habitual, se levantó y pidió la palabra. "Yo propongo que, ya que como han dicho, cada vez somos menos, y se nota que pronto otros también se irán, recojamos entre todos para formar un fondo para la corona". Hubo un momento de silencio antes de que alguien soltara una carcajada. La propuesta era tan cruda como realista. Si algo nos estaba quedando claro, era que la vida sigue su curso con o sin reuniones de excompañeros.

La despedida fue tan efusiva como los saludos iniciales, y bajo una tarde lluviosa, el salón de Morena Bafana se fue vaciando poco a poco. La idea del fondo para la corona quedó en el aire, flotando entre bromas y verdades. Al final, lo importante era eso: seguir viéndonos mientras podamos, aunque sea para constatar que, con los años, la memoria puede fallar, pero la amistad sigue intacta.

 

11 de Febrero de 2025

Fotos: Yadira Figueroa Medrano

martes, 4 de febrero de 2025

DESDE MOUNT PLEASANT HILL

 


Dicen que en la mar está la paz,

pero yo sé que también es un abismo,

porque por la mar te fuiste

una tarde de verano,

dejándome en esta isla

de arenas blancas y arrecifes dormidos.

 

Desde Mount Pleasant Hill

vi tu sombra desvanecerse,

esperé que las estrellas emergieran

donde tu figura se hundió en el horizonte,

pero solo quedó el eco

de un adiós que no quise escuchar.

 

Ahora miro al Norte

y te imagino perdida en un mar distinto,

de calles frías y atiborradas,

corriendo tras un sueño

que no sé si aún te pertenece.

 

En la profundidad de la memoria

busco nuestra risa entre los cocoteros,

las canciones que juramos eternas,

y me duele saber

que en poco tiempo todo ha cambiado:

las palabras, las promesas,

las verdades en que creíamos.

 

Aquí sigue el sol,

el viento y las olas,

las estrellas brillando sobre la mar,

pero ya no sé si traen paz

o solo la tristeza de saberte lejos.

 

Es tan tarde ahora,

pero lo es mucho más

en un lugar donde nunca estaré

para verte otra vez.

 

 

4 de Febrero 2025

Foto: Internet


lunes, 27 de enero de 2025

PALABRAS DE AGRADECIMIENTO POR RECONOCIMIENTO DEL GOBIERNO MUNICIPAL DE NUEVA GUINEA


Estoy profundamente honrado de recibir este reconocimiento.

Este logro no es solo mío, sino de todos aquellos que han

trabajado incansablemente por nuestra rica herencia cultural.

Quiero agradecer a mi familia, en especial a Emilce, testigo fiel

de mis días y primera lectora de mis palabras,

y amigos por su apoyo incondicional.

También agradezco a las comunidades que me han

inspirado con su creatividad, pasión y dedicación al trabajo.

Este reconocimiento es un recordatorio de que

juntos podemos preservar y enriquecer

nuestra cultura para las generaciones futuras.

Así que los insto a todos, juntos, a seguir

trabajando con el mismo entusiasmo para

construir un futuro lleno de paz, arte, música y tradiciones

que reflejen nuestra identidad cultural.

 

Muchas gracias.

 

 

24 de enero de 2025.

Nueva Guinea, RACCS. 

miércoles, 15 de enero de 2025

UNA TARDE GRIS Y LLUVIOSA



Una tarde gris y lluviosa,

en las torres de la iglesia,

las campanas comienzan a doblar

con el inicio del cortejo.

El sonido es insoportablemente fuerte,

tan fuerte que los árboles de acacia

y las palmeras de los alrededores tiemblan.

Él se levanta y camina hacia el corredor.

Siente sus manos y pies entumecidos

por el viento y la lluvia helada.

Respira con fuerza y aceleradamente,

su aliento arde en el ambiente húmedo.

Recuerda las noches de dulzura a su lado.

Su mirada, su risa, su aroma y la manera peculiar

de contarle sus historias.

Si ahora la tuviera recostada en su pecho,

con sus piernas entrelazadas,

¿Qué le diría? ¿Cómo le haría saber lo que está sintiendo?

¿Qué hacer para que ella se dé cuenta que está allí,

adolorido y con el corazón desgarrado, esperando para despedirla?

 

14/01/2025

Foto: Internet. 

martes, 7 de enero de 2025

MELODÍAS AL RITMO DEL COUNTRY

 


Tendido sobre la arena blanca,

las olas masajean mis pies.

El sol se oculta entre los Cayitos de Utila,

mientras Pico Bonito se yergue en la costa.

 

La cordillera majestuosa dibuja su silueta.

La Ceiba reposa bajo su esplendor

y las isleñas con su inglés cantadito

tejen melodías al ritmo del country.

 

Por la noche las calles brillan de luces,

los turistas fluyen entre La Punta y Sandy Bay.

De arriba abajo la fiesta no cesa,

un trozo de mundo en movimiento constante.

 

Con el alba, el muelle celebra su agitación.

El yate llega cargado de vida y provisiones,

mientras rostros entusiastas ansían la aventura,

y los viajeros nocturnos parten con mochilas al hombro.

 

Cuando el día despierta y el viento sopla fresco,

lanchas de buceo zarpan hacia los arrecifes,

y pescadores en sus veloces cayucos

cruzan el faro en busca de la mar azul.

 

07/01/2025

Foto: Ollie Zelaya Hill


miércoles, 18 de diciembre de 2024

EL PESO DE LO QUE NO VIVIMOS

 


La muerte lo tomó por sorpresa, como un ladrón que se desliza en la penumbra. Había sentido un leve vacío en el pecho, algo extraño, pero no alarmante. Sin embargo, cuando abrió los ojos, ya no estaba ahí. Se encontró flotando, ligero como una hoja que pierde su raíz en el árbol. Abajo, la cama deshecha y el cuerpo inmóvil que antes lo contuvo. ¿Esa figura sin vida era él?

No estaba listo. Claro que no. Había tantos libros sin abrir, viajes que aún esperaba, disculpas que nunca ofreció y abrazos que aplazó pensando que siempre habría otro momento. Desde ahí arriba, todo era pequeño: los platos y pailas sucias en la cocina, la ventana entreabierta por donde entraba el sol de la mañana, los zapatos gastados que siempre le acompañaron tirados en el sofá. Pero esas cosas pequeñas ahora parecían monumentales, cargadas de una nostalgia imposible de tocar.

Alrededor, la vida continuaba. Su esposa, apenas despertando de su siesta, no se había dado cuenta de lo ocurrido. En la mesa, la taza de café seguía medio llena. En el patio, sus nietos jugaban ajenos, lanzando risas al aire. Él observaba con un nudo en lo que solía ser su garganta, deseando gritarles, abrazarlos, quedarse un poco más.

Entonces, el peso de las decisiones no tomadas lo golpeó. Nunca aprendió a tocar la guitarra como lo prometió; nunca reparó aquella bicicleta vieja para su hijo; nunca devolvió la llamada a su mejor amigo que hacía años había esperado una despedida. Ahora su tiempo se escurría, cada instante convertido en un recuerdo no vivido. Su alma flotaba, y todo abajo lo jalaba, como si el mundo mismo estuviera conspirando para hacerle saber cuánto quedaba sin hacer.

Fue entonces cuando algo más profundo lo tocó, una claridad repentina. Mientras miraba ese mezcla de momentos y cicatrices de la vida humana, se dio cuenta de que, a pesar de todo, esa humilde, efímera e imperfecta vida merece la pena. Que no importa si la juventud se esfuma, si la carne se vuelve flácida o si al final acabamos arrastrando los pies. A cada instante, la vida ofrece algo valioso: la chispa de una sonrisa, el eco de una carcajada, las manos que sostienen otras manos. Esos fragmentos son suficientes, si los sabemos atesorar.

Una voz suave, apenas un susurro, le recordó que el tiempo nunca es suficiente si no se aprovecha. Y así, entre lágrimas que ya no corrían y el vacío de lo inalcanzable, entendió que la muerte no perdona, pero tampoco olvida. Alzó los ojos hacia la luz, temblando de despedidas silenciosas. Pero antes de irse, desde lo más profundo de su ser dejó caer una súplica: “No olviden que la vida es corta, vívanla”.

 

18 de diciembre de 2024.

Foto: Internet.


viernes, 29 de noviembre de 2024

EL LUGAR DONDE TODO ES POSIBLE

 



Hay un lugar del que nada podemos olvidar,

donde la luz radiante duerme bajo piedras azules.

Los días oscuros los llevamos allí,

y al miedo, antes de que nos devore, lo enfrentamos.

 

Decimos nuestros nombres en baja frecuencia,

escribimos pensamientos en la arena

que el oleaje borra como un susurro eterno.

Gritamos el dolor al borde del acantilado,

dejándolo elevarse al infinito con la brisa marina.

 

Escondidas van nuestras plegarias,

que nos observan desde el camino lodoso,

y allí desplegamos nuestras alas heridas,

tratando de alcanzar el horizonte.

 

Llevamos las manos con olor a esperanza,

y soñamos con el lugar donde todo es posible,

la memoria y el presente se abrazan,

y el alma descansa sobre el eco de las olas.

 

29/11/2024

Foto Internet

viernes, 15 de noviembre de 2024

LEYENDAS

 



Quizás has estado en alerta,

pendiente de lo que acontece a tu alrededor

y te has dado cuenta de que he pasado muchos años

tratando de atraerte, persuadirte

con mis escritos y poemas libres,

que surgen inesperadamente para

recordar a mi puerto como si un día pudo ser tuyo,

evocando detalles sobre mis padres,

mis abuelos, primos, primas, tíos y tías,

sabiendo que el día menos pensado me iré,

y que sin mí presente para recordarlos,

escritos y poemas lo harán.

Mucho le debo a mi gente y quiero que disfruten

unos cuantos años más en la luz:

mi abuelo jalando agua de su pozo empedrado por las tardes,

mi abuela atareada en su cocina con mujeres sonrientes,

mi madre corriendo las cortinas para ver la bahía,

mi padre sosteniendo el timón del barco,

mi hermana subiendo a un árbol de manzanas de rosa,

mi hermano jugando con Ringo, nuestro perro,

mi tía cantando en alto la canción de moda.

La escuchas, quizás es para vos.

 

14/11/2024

Foto Internet.