En la
arena, donde las olas acarician la costa,
el sol se
refleja en el agua cristalina,
donde las
gaviotas vuelan libres en el cielo,
y las
conchas y las piedras cuentan historias antiguas.
En la arena, donde el viento sopla sin cesar,
y la brisa
salada acaricia la piel,
donde los
pies se hunden en su suavidad
y las manos
crean castillos de sueños y fantasía.
En la arena, donde los ojos se pierden en el horizonte,
y los
pensamientos se vuelven más profundos,
donde los
corazones se abren a la inmensidad del mar,
y las almas
encuentran paz en el susurro de las olas.
En la arena, donde el tiempo parece detenerse,
y todo lo
que importa es el momento presente,
donde la
vida cobra un significado más profundo,
y se siente
la conexión con todo lo que nos rodea.
En la arena, donde se mezcla lo eterno y lo fugaz,
los sueños
se hacen realidad y la realidad se hace sueño,
donde el corazón
late con fuerza y la mente se libera,
y se siente
la belleza y la magia del mundo.
En la arena, donde la gente va y viene,
la conocí, me enamoré y la amé,
bajo el
brillo del sol y la luz de la luna,
en la calma
del mar y la brisa del viento.
En la arena, todo es posible,
los
corazones se unen y las almas se funden,
donde el
amor se hace eterno,
y la
belleza de la vida se revela en todo su esplendor.
46 años después.
Foto Propia: Pearl Cay
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