jueves, 11 de julio de 2024

UN PÁJARO CADA AMANECER

 



Si todavía tienes las ganas y fuerzas,

si haces caminatas todos los días,

sí llevas mucho tiempo a ese ritmo, nada se olvida.

Piernas y brazos se vuelven una invención,

la piel se descama al viento.

Te lo dices y recuerdas.

Ahora son historias de aves las que cuentas para ti.

 

Recuerdo a una tijereta que se eleva verticalmente sobre las nubes

y luego baja en picada, con las alas recogidas,

dejando una estela de pensamientos aéreos

bajo el cielo azul.

Allí está el cenzontle, señor de los imitadores,

que le canta a la perra su propio llanto desesperado,

al estar amarrada, viendo los movimientos

que identifica dentro de la casa.

Recuerdo a la oropéndola que canta desde la cumbre

de los árboles más altos del trópico húmedo,

haciendo un sobreesfuerzo al doblar su cuello,

y aletear de felicidad cuando la ve en el corredor de la casa.

 

Y frente a la ventana de vidrio, entre las verjas que la protegen,

los pájaros se engañan ante su reflejo.

Allí están el sargento con su fiel e inseparable amada,

que vigila su ligereza,

las viudas, la reinita amarilla, el güis macho, el batará búlico,

tanto negro o café rojizo con blanco.

Solamente allí han visto sus plumas de queratina y colágeno

que un día llenaron los bosques con su color.

 

Y nuevamente estoy aquí, al alba, sin estar seguro

del cómo, pero siento el proceso desde el que se desprende

la piel del cuerpo en cada movimiento,

en cada paso de los más de diez mil

que pelan la carne sin tener otro cuerpo donde refugiarse.

 

Cada suspiro, una sorpresa al amanecer.

El corazón todavía es fuerte y late agradecido.

Estos huesos son demasiado ruidosos

y poco a poco se van desgastando.

¿De tanto correr?

Y los tejidos se descarnan, hay grietas, moretones,

que hacen dolorosas erupciones.

 

Y voy como un pájaro cada amanecer.

Un paso más, faltan pocos, la meta está cerca.

Ya cansado, ese pájaro está dentro de mí,

siento sus alas, escucho su canto,

empuja más y más sobre las grietas,

picotea los moretones como al vidrio de la ventana.

 

¿Dejarás algún día al pájaro en libertad?

Sigo caminando cada mañana,

esperando que no llueva, con la brisa en el rostro.

El cuerpo, cansado, recuerda.

Un día, como los pájaros, será libre,

soltando sus cargas, elevándose con el viento,

en un vuelo sin final.

 

domingo, 7 de julio de 2024

Foto propia: Mielero patirrojo.


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