Una vaca se
metió al patio del frente de la casa y corrí a arrearla hacia el camino. “Esas
vacas lo tienen entretenido”, dijo, sonriendo, una señora que pasaba en ese
instante cargando leña sobre su cabeza.
Señora, ¿de
dónde viene?
De allá —respondió—,
señalado en dirección al camino que conduce hacia Los Ángeles.
Se llama María
Eufemia Rivas Romero y tiene 78 años de edad. Todas las semanas recorre el
camino en busca de leña. “Siempre busco unos trocitos para la casa”, dijo siempre
sonriente y me quedé viendo los trocitos que son realmente unos trozos gruesos,
pesados. Ni doscientas varas los puedo cargar, pensé al verlos.
Doña María
Eufemia vive en la zona 6 del casco urbano. “Soy una mujer sola, desde hace cinco
años una moto mató a mi marido y desde entonces tengo que arreglármelas sola para
salir adelante”.
Al igual que
ella siempre veo pasar a muchas mujeres cargando leña que recolectan en el
camino, pero ninguna tan mayor, de tan avanzada edad, y sin otra persona que le
ayude.
“Salúdeme a su
esposa, siempre que paso platico con ella, somos amigas”, dijo y siguió
caminando.
Así como Doña María
Eufemia, en el campo hay miles de mujeres de avanzada edad que son solas y
deben sobrevivir con miles de limitaciones sin tener ayuda alguna. Allí, con la
leña, sobre sus hombros, va la gran deuda social que aún, y por muchos años
más, esas miles de mujeres seguirán cargando, pensé al verla alejarse.
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