Mi amigo va de regreso al río.
Las
mujeres de su comunidad nadan medio desnudas.
Los
hombres llevan puestos pantalones de dril azul
para evitar
los piquetes de zancudos.
Nada de eso es sexual, digo.
¡Son
mujeres sencillas!, responde sonriendo.
Cabello negro a la cintura, brazos fuertes,
cintura estrecha y anchas caderas: bellezas del río.
Los hombres llevan la biblia bajo el hombro
y van al culto con camisas de manga larga.
Ellas usan faldas voladas y asisten tomadas
de sus manos: oran y cantan con convicción.
Son activas y trabajadoras.
Despiertan a las cuatro y a las ocho duermen.
Hacen labores domésticas.
Ordeñan, cosechan maíz y frijoles,
arrancan yuca y recolectan café.
Ellos reposan en hamacas.
¿En realidad?, pregunto.
Sí, ellas no usan teléfono menos internet.
Él ríe como colonizador.
Estrecha mi mano y da palmadas en mi espalda.
¡Los hombres que vivimos cerca del río
somos afortunados!, dice con orgullo.
Foto: Miguel Barrera.
Fluvial, el matiz.
ResponderEliminarTotalmente amigo. Saludos-
EliminarMe encanta! Esencia de mi tierra.
ResponderEliminarEsencia de mi tierra!
ResponderEliminarMe gusta este escrito, me hace ver a través de las palabras esas personas que viven de esa manera y que están muy cerca de nosotros cada día.una mezcla de realidad, alegría y armonía con la naturaleza Son iconos de nuestra cultura, su rutina diaria, su fé y esperanza puesta en Dios.
ResponderEliminarMe gusta este escrito.la descripción me hace viajar a ese lugar sentir lo que sienten esas personas . Es una mezcla de alegría, fe, rutina y armonía con la naturaleza. Son iconos de nuestra cultura nuestras vivencias nuestras que hacer diario, nuestra vida.
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