Todo el contenido de las bodegas se lo llevaron en un día, el miércoles 18 de febrero del año 2004, pero tardaron meses en hacer los preparativos para abastecerse. Ese fue uno de los testimonios que pude obtener de pobladores de Bluefields, muchos años después del suceso sin ningún precedente en la historia reciente de la ciudad.
Maycol estuvo
presente ya que encontraba de vacaciones después de seis meses como marino en
un barco de cruceros por el mar Caribe. “Fue impresionante, nunca había visto
tanta gente aglomerada por comprar un producto”, dijo.
Rafael,
habitante de ciudad Rama, fue testigo del movimiento de carga en el puerto
Arlen Siu debido a que su pequeña pulpería se ubica frente a los portones que
dan acceso al muelle. “Durante tres meses, quizás cuatro, observé
camiones que bajaban mercancías que posteriormente eran subidas a la plana para
trasladarlas por el río Escondido hasta la ciudad de Bluefields”, dijo sin
dejar de atender a sus clientes que pedían gaseosas, bolsitas de papa y
galletas. “Son clientes permanentes, son estibadores del puerto”, agregó.
Kenneth, un
chambero que se mantiene en el muelle municipal de Bluefields, recuerda esa
época en que llegaban las planas repletas de mercancías. “Mirá amigo, no había
carretera, solo se hablaba de ella, pensábamos que eran promesas porque ni un tractor estaba ahí trabajando, pero mirá,
la plana no dejaba de venir. Antes de lo sucedido, la plana siempre venía con
mercadería: verduras, comida pues, camionetas, productos para ferreterías, de
todo lo que te imaginas. No paraba ni por el mal tiempo, vos sabes como es el
mal tiempo, lluvia con rayería y tronadera, y el río furioso trayendo
desde allá arriba de todo, incluida la plana cubierta de carpas y plástico
negro para proteger la carga. Más lluvia, más furia del río y más veloz el
viaje de la plana río abajo, y así se seguían haciendo los dos viajes por
semana de hasta 14 horas”, dijo Kenneth.
“Me contrataron
para hacer las mejoras del sistema eléctrico en el local”, dijo Gustavo,
electricista con muchos años de experiencia. Lo remodelaron completamente,
desde el techo hasta el piso, incluyendo las paredes pintadas con los colores propios de la empresa, además del sistema eléctrico.
“El plano incluía más de cincuenta enchufes eléctricos y la iluminación fue llamativa,
no escatimaron recursos en el arreglo del local, tampoco en la inmensa bodega.
Imagínate que instalaron una hermosa planta eléctrica debido a los cortes
constantes de energía en esos tiempos del gobierno del presidente Enrique
Bolaños”, agregó.
Toda la
propaganda, los comerciales, fueron contratados desde la capital con la radio
más potente y antigua de la ciudad de Bluefields, haciendo énfasis en su lema “la
cuota más baja” y la facilidad de acceder al crédito con solo presentar la cédula
de identidad. Invitaban a la población de la ciudad y los municipios aledaños
(Kukra Hill, Laguna de Perlas y sus comunidades, Corn Island, El Bluff y la Desembocadura
del Río Grande) para aprovechar los precios de inauguración y adquirir los artículos
necesarios para el hogar. “La propaganda invadía los hogares por la mañana,
tarde y noche”, dijo Arthur, un radioescucha de Bluefields.
“Todos los días,
como siempre, hacía mis labores. Ya sabes, alistar a los niños para la escuela,
hacer el desayuno para ellos y mi marido que es pescador, lavar ropa, trapear,
tender en el alambre y todo lo demás. La radio me entretenía, me acompañaba día
y noche, yo escuchaba constantemente sobre la inauguración de la tienda. Cuando
necesitaba un descanso, me cruzaba el patio para ir a visitar a mis amigas y
comentábamos sobre las cosas que deseábamos comprar porque en esos años nada se
encontraba. Tantas cosas que necesitábamos que prácticamente teníamos que
comprar todo para la casa y nuestros maridos nos apoyaban haciendo el listado”,
dijo Clarisa, habitante de Tasbapounie.
Joe y Julie son
habitantes del barrio Nueva York de Bluefields. Los encontré comprando mariscos
en la esquina del mercado municipal. Le hablé sobre el tema y no dudaron en compartir
sus opiniones. “Nos programamos para ese día de compras”, dijo Joe. “Necesitábamos
un ropero y cambiar nuestra cama”, agregó Julie. “No nos preocupamos tanto por
electrodomésticos, ya sabes, ni lavadora, ni televisor, ni horno, ni licuadora
por la grave situación que pasábamos de hasta 8, y a veces, incluso 10 horas
sin energía eléctrica”, agregó Joe. “Nos alistamos desde la noche anterior
porque sabíamos que mucha gente iba a hacer sus compras”, agregó Julie.
Ese día amaneció despejado, con el cielo azul y el
sol radiante. “A las cinco y media de la mañana estaba en el muelle de
Laguna de Perlas. Desde allí zarparon seis pangas grandes, de esas que tienen
capacidad para 20 pasajeros, pero me di cuenta de que solo llevan dos o tres y que
los asientos del centro y los delanteros estaban vacíos. ¿Qué sucede?,
pregunté. Van de compras a Bluefields, hoy inauguran la tienda que tienen meses
de anunciar por la radio, respondió un amigo que pescaba en ese instante. Unos
minutos después salieron, uno detrás de otro, cuatro barcos de carga que
trasladan mercaderías. Desde el norte de la laguna vi que una fila de seis
barcos cruzaba frente al muelle, todos provenientes de las comunidades de
Orinoco, Marshall Point, Brown Bank, La Fe, Tasbapounie y Wawashang. Te
hubieras sorprendido, la gente que pasaba gritaba y se despedía, luego pasaron
más pangas desde el norte hacia Bluefields”, dijo Cañal.
“Cuando atracaron los barcos y las pangas que
llegaban de las comunidades, la gente desembarcó de prisa a buscar taxis para
trasladarse a la tienda que inauguraban. ¡Mirá amigo!, era una locura; las
calles estaban abarrotadas de gente. Muchos contrataban chamberos como yo y
camionetas de acarreo para que los esperaran cerca de la tienda y así poder
cargar las cosas que iban a comprar”, agregó Kenneth.
“La gente hacía
fila para entrar al local, pero era enorme, con hombres y mujeres ansiosos
esperando la apertura. Nunca había visto tanta gente, representando todas las
comunidades, haciendo fila. Escuchaba un gran rumor mezclado de voces en inglés
creole, rama, misquito y español. Allí estaban personas de todas las comunidades y de
los barrios de Bluefields”, agregó Maycol.
“Fuera de la
tienda, los parlantes resonaban con música del momento, mientras que frente al
portón se veía al personal del negocio y a autoridades locales listos a cortar
la cinta de inauguración. Todo el frente estaba decorado con chimbombas de
colores característicos del negocio. Después de unas palabras de felicitaciones
y agradecimientos, cortaron la cinta y la puerta se abrió al público”, agregó
Gustavo.
“A pesar del
gentío, no hubo ningún relajo”, agregó Joe. “En la puerta de acceso controlaban
la cantidad de gente que entraba para evitar aglomeraciones y permitir compras
tranquilas y ordenadas. Además, había suficientes vendedores que eran muy atentos”,
agregó Julie. “No tardamos más de media hora en el local, ya que sabíamos exactamente
lo que necesitábamos y lo compramos de contado, pues comenzamos a ahorrar desde
que anunciaron la apertura”, agregó Joe. “Estrenamos ropero y cama”, dijo Julie
con una gran sonrisa en el rostro.
“Fue un día de
compras en Bluefields como nunca antes visto”, dijo Arthur. Me fui a asomar y
miraba a la gente que salía con todo tipo de electrodomésticos: planchas,
licuadoras, tostadoras, hornos eléctricos, pantallas de televisión y computadoras. Otros salían con artículos para el hogar como camas,
muebles, roperos. Noté que muchos, principalmente negociantes de Bluefields y personas
de las comunidades, llevaban plantas eléctricas de diferentes capacidades,
pequeñas y grandes, para hacer frente a la crisis energética de esos años”, agregó
Artur.
“Las pangas salían cuando ya no podían cargar más, iban repletas y la gente reía y bromeaban entre ellos. Me dieron propina, ¡sí, hermano!, imagínate que ese día me hice más de mil córdobas de esos años, era bastante dinero. Los barcos fueron cargados, pero salieron hasta el día siguiente por que se les hizo de noche. Después de hacer sus compras y cargar sus cosas, la gente salió de fiesta hacia restaurantes, cantinas y discotecas. Ese fue un día de fiesta aquí en Bluefields”, recuerda Kenneth.
Martha, fue trabajadora de la empresa, y señaló que aquel día fue especial, tanto para ellos como para la empresa en
general, pero también para todos en Bluefields, reflejando las necesidades de
productos y la gran disponibilidad de dinero en la región durante esa época. “¡Como
deseaba que un día así se repitiera para mejorar mi comisión y salario! Pasaron meses en abastecernos, pero en un solo
día todo se vendió”, señaló.
“En esos tiempos la cosa era muy diferente. El dinero circulaba por todas partes; podías verlo en la gente que compraba y construía sus casas. Los bares, discotecas y cantinas estaban siempre llenos, los taxis circulaban alegres por las calles al ritmo de narcocorridos y los restaurantes se mantenían llenos. La vida en Bluefields era alegre, ya sabes cómo somos los caribeños. Se gastaba mucho dinero, pero no había respaldo con trabajo. Por eso decían que toda esa plata que circulaba tenía su origen en el lavado y trafico de drogas. Ese estigma no se nos va a quitar por muchos años”, dijo Juan, un líder local.
21 de marzo de 2023.
Foto: Internet.
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