martes, 12 de diciembre de 2017

EN ESTA ÉPOCA ESTOY MEJOR


Juan Pérez me llamó por teléfono. Desde que lo escuché me di cuenta que volvía con sus mentiras. “No te preocupes, es cierto que la cosecha de naranjas estuvo malísima, pero los palitos que tengo están llenos. El domingo voy a cortar para llevarte un saco lleno y hagas tu fresquito mañanero”, dijo.

Al primero que se lo dije fue a Ronald Tadashi, mi nieto. Llamé a Juan Pérez el domingo y me salió diciendo que no estaba en Nueva Guinea, que andaba haciendo unos mandaditos y que no me preocupara; nunca dice dónde se encuentra, aún vive en aquella época cuando conspiraba permanentemente.

A Ronald Tadashi no se le olvidó. Hoy pasó toda la tarde siguiéndome y recordándome las naranjas. “Abuelo, y las naranjas”, decía insistentemente. “Juan Pérez es mentiroso”, le dije. “Pero abuelo, yo quiero naranjas”, seguía diciendo detrás de mí.

“Hombre, te voy a quitar esas ganas”, le dije y llamé a Ronald Jr. “Ronald, vamos a buscar naranjas donde don Pedro Figueroa para que se le quiten las ganas”, le dije y salimos hacia la finca de don Pedro en el jeep Suzuki Samurai.

Al pasar por el banco de material me di cuenta que tenía varios meses de no transitar por ese camino. Hoy se ha convertido en un plantel de maquinaria pesada y se encuentra sobreexplotado, sus laderas se han ensanchado en tres costados, y si no pasara por allí el camino, estoy seguro que el pequeño riachuelo que se cruza al doblar hacia la izquierda en dirección a la finca de don Pedro ya lo hubieran sepultado.

Bajamos despacio para cruzar el río El Zapote. “Papá, papito, por qué no cruzamos por el puente”, dijo Ronald Tadashi. “Quiero cruzar por el puente”, insistía. “Vas a cruzarlo caminando cuando regresemos”, le dijo Ronald. El agua del río se encuentra limpia en esta época del año porque las lluvias han bajado de intensidad y te dan ganas de darte un chapuzón aunque esté helada.

Frente al rancho de palma saludamos a uno de los hijos de don Pedro y nos indicó que se encontraba al lado del corral. Al llegar don Pedro tomaba agua de un galón de plástico. “Que sorpresa”, dijo al verme. Nos saludamos y le presenté a Ronald Tadashi. “El retoño, el segundo retoño”, dijo al darle la mano a Ronald Jr.

“Estoy viendo varios cambios”, le dije. “Venga, sígame que le voy a enseñar la casa que estoy construyendo”, dijo. Es una casa de dos pisos. Entramos por el espacio que será la cocina, pasamos al comedor y, al asomarme por las ventanas, pude observar la majestuosidad de la cordillera de Yolaina porque está construida al borde de una ladera. Todo el verdor del trópico húmedo se aprecia en sus distintas tonalidades. “Desde aquí ve salir el sol”, le dije. “Aquí es la sala, esta será mi oficina y en este lugar, al otro lado de la sala, vamos a tener un área para empacar canela, clavo de olor, café y otros productos. Aquí vamos a tener una habitación y allá arriba vamos a tener más cuartos porque ya me voy a trasladar a vivir a la finca”, dijo. “La sala es grande porque en ella voy a realizar reuniones con otros productores”, agregó y salimos nuevamente por la cocina. “Aquí, en este lado voy a construir un horno al estilo antiguo y también poder ahumar carne y cuajadas”, dijo mostrando el sitio.

Ronald Tadashi volvió con las naranjas. “Y las naranjas”, dijo. “Vamos a ir a buscarlas”, le dijo don Pedro y mostró la ampliación que le está haciendo a la galera donde ordeña las vacas lecheras que posee.

Nos dirigimos en el Suzuki Samurai hacia el área donde posee café robusta combinado con naranjas. Continuamos conversando y estimó que ha cosechado 2000 quintales de café. Noté que los caminos de acceso a los diferentes cultivos se encuentran en buen estado. Al llegar al sitio Ronald Tadashi se impresionó de ver tantas naranjas maduras caídas, picadas por pájaros y comenzó a recogerlas. “Por aquí”, dijo don Pedro y nos adentramos entre los surcos en busca de un árbol con suficientes naranjas para cortarlas. “Tenés que subirte”, le dijo a Ronald Jr. “Es bajito, con las manos las corto”, dijo y comenzó a bajar ramas para cortarlas. En menos de 15 minutos se habían cortado más de 50 naranjas. Ronald Tadashi dijo que quería subirse al árbol y don Pedro lo subió. Terminamos de cortar las naranjas y regresamos al Jeep.

“Don Pedro, le voy a hacer una entrevista, un video, para que explique porqué se encuentra mejor que antes”, le dije.


Luego regresamos juntos a Nueva Guinea. Ronald Tadashi volvió con sus ganas de pasar caminando por el puente pero ya entraba la noche. “Vamos a regresar mañana y nos vamos a bañar en el río”, le dije.

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