Rosa Paulina Mendoza Brenes nació
el 30 de marzo de 1923 en El Castillo, Río San Juan. Sus padres fueron
Indalecio Mendoza y Berta Brenes. En su infancia se trasladó a vivir a
Popoyuapa con sus tíos paternos y luego regresó a El Castillo.
En plena florescencia salió del
seno familiar en búsqueda de una nueva vida. La pobreza estrangulaba sus
sueños, las labores cotidianas vaciaban su alma, pero las noticias que llegaban
sobre el auge bananero, del empleo abundante en la Costa Caribe, la motivó a
surcar el Rio San Juan desde El Castillo hasta la barra de El Colorado. La
majestuosidad del paisaje, aguas claras, aves cantoras surcando el cielo,
hicieron que la esperanza de una nueva vida brotara en su inocente rostro.
Desde la barra de El Colorado se
embarcó en la lancha “María del Socorro” y descubrió el furor de las olas del
mar, el aroma marino, la brisa salina y atardeceres de ensueño hasta
desembarcar en el puerto de El Bluff. En la lancha conoció a Toño Real y le
prometió ayuda para obtener un empleo.
Un día después de su llegada, la
familia Aróstegui la acogió como a una hija y ella colabora en las labores del
hogar. Por su gracia y belleza en flor,
Santiago Bermúdez González la corteja y forman la familia Bermúdez Mendoza compuesta
por dos mujeres: Matilde y Socorro aquí presentes, y siete varones: Felipe,
Ramón, Fausto (QEPD), Guillermo (QEPD), Martín (QEPD), José Dolores (presente)
y Manuel.
Crecí al lado de la casa de mi
abuela Manuela y mi abuelo Felipe Álvarez en El Bluff. La familia Bermúdez
Mendoza vivió por muchos años frente a nuestra casa y siempre voy a recordar a
doña Rosa en su jardín, sembrado y cuidando sus plantas. Tuve la dicha de
saborear sus exquisitos platos de comida y crecer con alegría al lado de sus
hijos. Mi abuelo Felipe y Santiago, “Chagüito”, eran compañeros de trabajo en
la Aduana de El Bluff, donde trabajaron hasta el último de sus días.
Por su espíritu emprendedor y
servicio, doña Rosa logró ganarse el corazón de los Blofeños, a quienes sirvió
con alegría y compromiso cristiano en la capilla “Nuestra Señora del Carmen” en
El Bluff. Colaboró como catequista de bautizos y matrimonios, cuidó de la
sacristía con amor y devoción, fue anfitriona de seminarista y sacerdotes a los
que deleitaba con sus comidas y repostería. Sirvió a monseñor Smith, monseñor
Scheffer, a Fran Smuko y al padre Edwin entre otros más.
Enviuda luego de 48 años al lado
de Santiago y se traslada a vivir a la ciudad de Bluefields donde se integra al
servicio de la parroquia “Nuestra Señora del Rosario”.
En el año 1996 se traslada a
vivir a ciudad Rama con su hija Socorro Bermúdez y su esposo, Rafael Álvarez,
mi primo que en paz descansa. Desde su arribo a la ciudad se integra a la orden
franciscana seglar, apoya y colabora en actividades para reconstruir el templo
de la iglesia católica dañado por el huracán Juana y administra la eucaristía, llevándoles
la comunión a los enfermos.
Parte a la presencia del Señor el
9 de diciembre del año 2016, a la edad de 93 años, dejando a su paso por este
mundo un gran legado en los 6 hijos que le sobreviven al lado de 30 nietos, 51
bisnietos y 8 tataranietos.
No te detengas ante mi tumba y llores,
no estoy allí. No duermo.
Soy mil vientos soplando.
Soy el centello diamantino de la nieve.
Soy la luz solar sobre el grano maduro.
Soy la tenue lluvia de otoño.
Cuando despiertas en la quietud matinal,
soy la prisa rauda, ligera de quietos pájaros
volando en círculos en el cielo,
soy la tenue luz de las estrellas en la noche.
No te detengas ante mi tumba y llores,
no estoy allí. No duermo.
No te detengas ante mi tumba y llores,
no estoy allí.
¡Estoy en todas partes! ¡Vivo!
Rosa Bermúdez, ¡descansa en paz!
Leído en la Catedral de Bluefields.
10 de diciembre de 2016
Bluefields, Nicaragua.
Definitivamente una buena historia, cuando leía, me imaginaba a esa mujer luchadora en lancha desde la barra el Colorado hasta las costas del bluff...Me encantó el escrito
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