viernes, 16 de julio de 2010

ESPLENDOR Y MISERIA

Siempre está en mis pensamientos, en esos momentos difíciles de la vida, de angustia, desesperación y decepciones por lo fallido, siempre regresa, sin llamarlo, como una luz que me da ánimos para seguir adelante. Nunca podré olvidarlo. Sus rincones, lugares de encuentros, de paseos, la vida de su gente, los amigos de juventud, la vida vivida en él siempre están presentes. La cálida casa de mi abuela Manuela, contiguo a la de mis padres, regresa y me encuentro sentado en la mesa redonda de la cocina comedor, junto a mi abuelo Felipe, noto como sazona y saborea la suculenta comida, escucho sus palabras claramente, me vuelve a ver, sonríe, continua hablando siempre de cosas buenas, siempre trae buenas noticias a la mesa. La imagen se nubla y vuelvo a la realidad. Suspiro y me lleno de coraje.

Cambió en todos los aspectos. En lo físico, como nos sucede con el paso del tiempo, los excesos marchitaron su belleza y encantos porque la codicia de unos cuantos casi terminó con sus riquezas. La naturaleza le jugó una mala pasada, rompió sus vínculos con la franja costera y lo convirtió en una isla en medio de la nada. Su gente cambió, la mayoría de los jóvenes se marcharon en busca de un futuro mejor y cuando regresan son extraños entre los que volvieron a poblarlo. La vida cambió de una manera dolorosa pasando de la abundancia a la miseria en corto tiempo, en un suspiro la pujante actividad económica que le daba esplendor desapareció y sin invitación aparecieron la miseria, el hambre, las drogas, la delincuencia. Sus aguas perdieron profundidad y la riqueza marina a su alrededor también emigró. Muchos barcos quedaron varados y con el tiempo se convirtieron en chatarra oxidada, abandonados, como fantasmas de mar y por muchos años su muelle principal estuvo ocioso.

La adversidad hundió a muchos en la droga y se convirtieron en “zombies”, enemigos de la poca riqueza de su gente y también en enemigos a muerte de los perros flacos hambrientos que detectan sus pasos en la calma de la noche. Durante el día deambulan por sus andenes, se concentran en el muelle de las pangas sentados en las bancas a la espera de pasajeros y corren tras los bolsos para cargarlos a cambio de monedas y, si te rehúsas a ello, te acompañan en el recorrido pidiendo sin cesar para la comida. Algunos vagan por la costa con los ojos amarillentos, perdidos en el horizonte, con esperanza de que las olas les entreguen algo que vender. A otros la adversidad no los ha podido doblegar y han encontrado nuevas formas de vida. Unos pican piedra y venden piedrín para ser utilizadas como materiales de construcción, otros han encontrado en la venta de agua el sustento de sus familias y en la venta de chatarra al por mayor ante la abundancia de este recurso. Para el verano y semana santa, algunos han logrado construir pequeños ranchos de paja en la playa, donde venden bebidas y comida a los veraneantes que cada vez son más por la belleza de su playa. La mayoría esta de brazos cruzados, obligados a permanecer en estado de miseria por una Empresa gringa llamada Gulf King que le debe al Estado de Nicaragua y a ellos, su salario, vacaciones e indemnizaciones según las leyes laborales del país porque se ha declarado en quiebra y nadie hace nada por el hecho de ser norteamericana.

La desesperación los ha obligado a ejercer presión tomándose el plantel de la empresa Petronic cortando el abastecimiento de combustible y paralizando al instante la economía de la RAAS. El gobierno Regional les prometió reactivar la pesca habilitando unos diez barcos camaroneros sin contar con los recursos para ello. El gobierno Central envía regularmente alimentos básicos y los exonera del pago del servicio de luz eléctrica. Con estas medidas los líderes suspendieron la toma pero la población los acusó de haberse vendido al Gobierno y otro grupo se volvió a tomar el lugar, entre ellos los enemigos nocturnos de los perros.

La problemática es tan profunda que la solución no está al alcance de las autoridades regionales. Solamente se podrá superar con una empresa fuerte, integrada, con una flota moderna de barcos, con un astillero para su mantenimiento, con mercado seguro de sus productos, que genere empleo permanente y temporal, y lo más importante, que contribuya a recuperar las esperanzas y el esplendor de El Bluff. El gobierno Central tiene las posibilidades y el reto de hacerlo realidad.

Ronald Hill Álvarez

La Colina
Viernes, 16 de julio de 2010
Nueva Guinea, RAAS.
hillron@hotmail.com

martes, 13 de julio de 2010

ECONOMIA Y DESARROLLO DE LAS REGIONES AUTONOMAS DE NICARAGUA

La crisis socio económica que se vive en la Regiones Autónomas de la Costa Caribe de Nicaragua es recurrente porque ningún gobierno, sin excepción, ha podido contribuir a resolverla. Hemos visto hasta la saciedad las manifestaciones de esta cruda realidad: despale indiscriminado en zonas de reserva biológica, drástica reducción en los niveles de captura de mariscos, reducción en los niveles de productividad agrícola, red vial en permanente estado de deterioro, altos niveles de desempleo, hambre y miseria, institucionalidad autonómica de papel sin valoración positiva por parte de la población.

Se ha remarcado, hasta la saciedad, que el territorio de las Regiones Autónomas es el mas rico pero, contradictoriamente, con los mayores índices de pobreza y marginación del país. Se reconoce sus aportes a la economía nacional en pesca, agricultura y ganadería, minas, bosques y productos de la madera y turismo. Se estima que la contribución económica de las actividades productivas de las Regiones Autónomas al PIB de Nicaragua es alrededor del seis por ciento lo cual es bajo en relación al potencial existente. Las actividades productivas más importantes imprimen el carácter de economía primaria con carácter agroexportador donde se emplea aproximadamente las tres cuartas partes de la población económicamente activa ocupada. Las actividades con mayor peso en el PIB Nacional, según su orden de importancia son: la pesca (42%), silvicultura (31%), pecuario (21%), minería (14%) y agricultura (13%).

Históricamente el modelo de producción en la Costa Caribe se ha estigmatizado como el de “economía de enclave” donde grandes empresas trasnacionales controlan la producción, distribución, consumo y apropiación de los excedentes económicos obviando las leyes del país, imponiendo un estado dentro del nuestro. La realidad pone al descubierto todo lo contrario ya que un alto porcentaje las actividades productivas son desarrolladas por economías de subsistencia familiar y comunal. La mayor absorción de mano de obra se da principalmente en los sistemas productivos agroforestales de las comunidades indígenas y afrodescendientes, en la economía campesina de subsistencia en los territorios intermontanos, llanos y costas, en la pesca artesanal de litoral, en ríos y en las intermediaciones de las lagunas costeras. El nivel de desarrollo del sector secundario de la economía en la Regiones Autónomas es prácticamente inexistente a excepción del procesamiento de camarones y langostas que cuenta con más de medio siglo de existencia, lo que es un indicador del bajo nivel de desarrollo de la actividad industrial a pesar de la abundante dotación de recursos naturales con potencial de transformación para abastecer el mercado regional, nacional e internacional.

El aporte al PIB Nacional de las Regiones Autónomas pone en evidencia el potencial existente y es preciso reformular nuevos argumentos más allá de aquellos que indican que no son dinámicas desde el punto de vista económico, con los que se pretende mantener el perverso circulo de exclusión histórica, económica, social, cultural y política que se ha padecido desde la anexión de 1894 como resultado de la ausencia de políticas de inversión y de considerarlas como fuente inagotable de materias primas y recursos naturales.

Es preciso releer la realidad económica de la Regiones Autónomas y ubicarlas en su contexto conjugando actores participantes, carencias y potencialidades en cada uno de los sistemas productivos para definir planes de inversión acorde con las expectativas de población, municipios, gobiernos regionales y fuentes confiables de financiación. El Estado debe ser el principal actor que garantice, con la participación activa de los Consejos Regionales, la elaboración de un Plan de Desarrollo de la Costa Caribe de Nicaragua que pueda concretizarse en la realidad y que supere el estado de deseos y “buenas intenciones” que posee el Plan de Desarrollo Humano de la Costa Caribe promovido por el Consejo de Desarrollo de la Costa Caribe. Las buenas intenciones no lograrán jamás superar los siglos de abandono, miseria y marginación sufrida por los pueblos de las Regiones Autónomas, mucho menos el hecho de que los planes hayan sido formulados de manera participativa por funcionarios del gobierno central de origen costeño garantiza que sean convertidos en una realidad y que no se archiven en la memoria del abandono.

Ronald Hill Álvarez

Martes, 13 de julio de 2010
La Colina
Nueva Guinea, RAAS.
hillron@hotmail.com

martes, 6 de julio de 2010

LIBROS Y ENGAÑOS: El suegro del poeta.



Muy temprano, Miguel y su hija adolescente me visitaron. Juan Pérez, gritó, así me dice y así le digo por una historia inventada de los años ochenta, ¿Dónde estás?

Me levanté de la silla de mi escritorio y salí a la sala para recibirlos.

“Esta chavala anda buscando el libro Sombras nada Más de Sergio Ramírez”, dijo Miguel. “Por aquí lo vi”, agregó, mirando hacia mi oficina y los libros desordenados. “Préstamelo, porque lo necesita para un trabajo de la escuela”.

Lo buscamos por todos lados, pero no lo encontramos. Además, echó un vistazo a Los Años de Granada de Ernesto Cardenal, la segunda parte de Vida Perdida, y no dudó en prestármelo.

“Es de la biblioteca”, dije por si acaso, pero estoy seguro de que regresará en sus manos.

“¿Cómo es posible que no esté, si un día de estos estaba allí?”, dijo, señalando el librero.

“Eso pasa siempre: presto los libros, casi nunca regresan, desaparecen".

“Conmigo están seguros”, respondió Miguel. “Un día de estos te traigo el que me prestaste”.

Salimos al corredor y comentamos sobre la historia de Sombras nada Más, y la conversación nos llevó a Ernesto Cardenal y, obligatoriamente, a José Coronel Urtecho.

“Yo los conocí a los dos en Solentiname cuando trabajé para el INRA”, dijo. “En ese tiempo, les daba asistencia técnica a las islas del archipiélago y me hice muy amigo de Alejandro Guevara, el comandante de San Carlos. Yo vivía en una isla aparte y visitaba las otras todos los días. Así conocí a Ernesto Cardenal, a Cortázar, a una hija de Salvador Allende y a muchos otros. Pero quiero contarte sobre Coronel Urtecho, tengo un libro de él que te voy a prestar”.

Continuó hablando entusiasmado mientras su hija estaba inquieta porque no encontrábamos el libro que buscaba.

“Mi hermano Víctor, el ingeniero, trabajaba en San Carlos”, continuó hablando, “y lo mandaron a hacer un levantamiento topográfico de las islas. Era un fin de semana y me dijo que le ayudara de cadenero. Nos fuimos y por la tarde conocimos a José Coronel Urtecho. Estaba sentado solo, cerca de una gran mesa, y Víctor dijo: Mira, ese es Coronel Urtecho”.

“Si no aprovechamos la ocasión, nunca podremos hablar con él”, le respondí.

Lo saludamos y con amabilidad nos invitó a sentarnos. Le contamos lo que hacíamos y nos contó muchas historias, una relacionada al trabajo de Víctor sobre las Fincas San Francisco y Santa Fe.

“El papá de la esposa de Coronel Urtecho, María Kautz, era un ingeniero de origen alemán de apellido Kautz que se casó con una Sancarleña de apellido Gross. José Santos Zelaya lo contrató para que le hiciera los estudios sobre el canal interoceánico a través del Río San Juan”.

“Un día, Zelaya lo mandó a llamar a Managua para que le explicara los avances del estudio. Luego le dijo que en la ruta del canal hiciera dos fincas y que a una le pusiera el nombre de San Francisco y a la otra Santa Fe. “De las dos, la más bonita será tuya”, agregó Zelaya.

“Luego de haber hecho las fincas como le había indicado Zelaya, se fue nuevamente a Managua. Zelaya le preguntó: “¿Y al fin hiciste las fincas?”

“Sí, le respondió, una se llama San Francisco y la otra Santa Fe, como usted ordenó”.

“Zelaya lo quedó viendo con un poco de recelo y luego preguntó: ¿Y cuál es la más bonita?

El alemán pensó en sus adentros: “Si le digo que San Francisco es la más bonita, este se queda con ella, así que le diré que Santa Fe es la mejor.”

“Santa Fe es la más bonita”, contestó Kautz.

“Bueno, dijo Zelaya, ¡esa es la tuya!".

Al final, Coronel Urtecho se reía a carcajadas. El alemán, por dárselas de vivo, salió perdiendo", comentó Miguel.

Su hija estaba inquieta por irse y él seguía hablando. "Nos vemos", me dijo, "voy a regresar un día de estos a dejarte el libro".

Me quedé riendo. Ojalá me traiga el libro de Coronel Urtecho, pensé, porque el otro, el de Cardenal, está seguro en sus manos. Miguel, al menos con los libros, no es como el suegro del poeta.

 

Corregido el 8/12/2023

Martes, 06 de julio de 2010
Foto del libro POL-LA
D'ANANTA
KATANTA
PARANTA
Dedójmia T'élson
Imitaciones y Traducciones 

jueves, 1 de julio de 2010

EL TRANSPORTE ACUATICO DE PASAJEROS EN LA RAAS

Navegar por lagunas y ríos en la Costa Caribe de Nicaragua es experimentar una de las emociones más satisfactorias que se pueden sentir en ese bello territorio de nuestro país. La velocidad de las “pangas”, pequeña embarcación con motor fuera de borda, en los últimos años se ha incrementado hasta el límite con motores de doscientos caballos de fuerza y en algunos casos con dos motores de ciento cincuenta recorriendo grandes distancias en poco tiempo.

El recorrido entre ciudad Rama y Bluefields es uno de los tantos atractivos que existen en esa región por el disfrute de la brisa, lo apacigüe del río Escondido y, en periodo seco o verano, por la limpieza y claridad de las aguas que muestran el reflejo de las nubes y la vegetación que aun existe. Es una sensación de contacto directo con la naturaleza. En poco tiempo, no más de una hora y treinta minutos, se hace el trayecto y muchas emociones brincan a flor de piel, principalmente cuando “el panguero” debe hacer girar la embarcación en una de las muchas vueltas que tiene el río. Da la impresión de ir volando sobre el agua porque la velocidad permanece casi constante.

Años atrás, la navegación por el Escondido se realizaba en lanchones que transportaban carga de todo tipo y pasajeros. El trayecto duraba unas doce horas y para su comodidad los pasajeros tendían sus hamacas para descansar. Con el paso de tiempo aparecieron los famosos “Bluefields Express”, permanentes aun en la memoria por la canción que el grupo musical Dimensión Costeña dedicó a estas embarcaciones. Salían muy temprano por la mañana de Bluefields y llegaban a El Rama al mediodía para regresar a Bluefields como a las cinco y media de la tarde. El viaje era cómodo y placentero porque brindaban servicios de alimentación y bebidas creándose en el recorrido un ambiente fiestero, que en la mayoría de las veces, siempre culminaba por las noches en la ciudad de los campos azules. Ese era el transporte más utilizado porque eran pocas las pangas que hacían el trayecto y casi siempre las utilizaban usuarios apresurados por llegar a su destino final teniendo que pagar viajes expresos de alto costo. En ese entonces las pangas utilizaban motores fuera de borda de cuarenta y cinco caballos de fuerza y muy pocas de setenta y cinco.

El oficio de panguero es uno de los más fascinantes para los jóvenes. Recorrer los ríos y lagunas, conocer lugares que solamente se oyen en las pláticas de los mayores, viajar a alta velocidad y ganarse la vida honradamente son motivos que a muchos los impulsaron a convertirse en pangueros profesionales. Muchos nombres de pangueros están llenos de prestigio por la responsabilidad con que asumían su labor llevando a los pasajeros con puntualidad, prudencia, pericia, esmero, cortesía, educación y seguridad a su destino final. Muchos de ellos fueron “pangueros oficiales” de empresas e instituciones por muchos años debido a esos valores propios característicos del oficio y algunos son hoy en día empresarios del transporte acuático, con una flota de varias pangas de fibra de vidrio con capacidad para transportar un promedio de veinte pasajeros con motores impresionantes por su potencia.

La frecuencia de los accidentes acuáticos, específicamente en lo que a colisión entre medios de transporte se refiere, han venido en aumento en los últimos años. Varias son las causas de que estos sucedan pero las principales son la alta velocidad de desplazamiento y la imprudencia del panguero. Aspectos tales como carencia de señales o rótulos en las vueltas de los ríos indicando el peligro o la reducción de la velocidad, carencia de chalecos salvavidas adecuados y en buen estado son importantes pero no los puntos centrales del problema. Si bien es cierto que la Dirección General de Transporte Acuático otorga licencia para el oficio del panguero es necesario establecer un sistema de supervisión y evaluación permanente de los que ejercen el oficio y del mismo deben formar parte, además de las instituciones involucradas, los empresarios del transporte acuático por la responsabilidad que en ellos recae ante los fatales accidentes. Es el momentos oportuno para regresarle al oficio del panguero los valores que muchos de ellos tuvieron cuando lo ejercían y así rescatar para poner al servicio de los miles de usuarios eso que hoy se ha perdido y que sin duda alguna es una de las causas que pone en riesgo vidas humanas.

Ronald Hill Álvarez
Miércoles, 30 de junio de 2010
hillron@hotmail.com

sábado, 5 de junio de 2010

El PROBLEMA ECOLÓGICO

Tala de bosques, áreas protegidas que han sido arrasadas por la presencia humana, sistemas de producción agropecuarios no aptos para ciertas zonas del país, han sido parte de titulares y artículos de opinión en los diarios del país.

Tal parece que el problema ecológico, la “cuestión ecológica” vuelve a ocupar un papel importante en el debate nacional y es legítimo porque nuestro país, además de las crisis políticas recurrentes, que tienen su origen en lo económico y sus efectos en lo ecológico, padece de un proceso creciente de deterioro medioambiental. El problema sobrepasa nuestras fronteras, es mundial porque lo padecen tanto los países industrializados como los países pobres pero con matices diferentes.

Ante esta situación se han adoptado medidas y acciones cuyo comienzo ha sido la definición de políticas ecológicas y medio ambientales por parte de los gobiernos locales, nacionales e internacionales. En algunos casos se prohíbe o restringe el uso de agentes contaminantes, como por ejemplo los agroquímicos integrantes de la “docena maldita”, en otros casos se aplican impuestos o multas a quienes dañan el ambiente con desechos contaminantes, transfiriendo al menos una parte de los costos de su solución a quienes los causan. También se aplican políticas de incentivos, como en el municipio de Nueva Guinea donde los productores que tienen el 20% de su propiedad reforestada o con árboles protegidos no pagan el impuesto sobre la tierra, y se fomenta también el diseño e implementación de tecnologías ecológicamente mas refinadas.

La sociedad civil también desarrolla acciones para enfrentar el problema de las cuales los movimientos ambientalistas y organizaciones preocupadas de la cuestión se han hecho promotoras. La acciones se despliegan en dos planos: por una parte denunciar situaciones puntuales y crear conciencia sobre el problema, y por otra, ejecutar acciones que aportan a limitar ciertos deterioros y desequilibrios ambientales como la plantación de árboles (miles de proyectos de reforestación dispersos), salvar especies en extinción así como reciclar desechos y otras mas. ¿Están llevando estas políticas y acciones a una efectiva superación del problema? ¿Son lo suficiente para hacer frente a desequilibrios tan complejos que afectan globalmente a nuestro país? Son políticas y acciones indispensables que en algo contribuyen a enfrentar el problema.

El problema ecológico surge de la relación del hombre con la naturaleza. Esta relación no es directa como la que establecen los animales porque somos creativos mientras que estos obtienen y extraen de ella lo que necesitan tal como lo encuentran efectuando modificaciones en pequeña escala. Lo consumen naturalmente y le devuelven también naturalmente los residuos. Su vida entera es parte y se desenvuelve al interior del sistema ecológico.

Nuestra relación con la naturaleza está mediatizada por la economía. La economía es, en esencia, un proceso de intercambio vital entre el hombre y la naturaleza, por el cual resultan ambos transformados y, es precisamente porque entre el hombre y el medio ambiente media la economía, que la ecología se constituye como problema.

Si la transformación de la naturaleza y del hombre se verifica a través del intercambio vital entre ambos, su resultado puede ser humanizador y destructor al mismo tiempo, por lo que es decisivo el modo en que se efectúa dicha transformación lo que implica que los resultados positivos o negativos dependerán fundamentalmente del modo de hacer y organizar la economía. La cuestión ecológica se trata de un problema de la economía.

Verlo desde esta perspectiva, que es el de la causa, y no en la naturaleza, donde se manifiestan sus efectos, abre a los hombres la posibilidad de controlarlo realmente porque podemos controlar la economía, que depende de nosotros mismos, pero no así la naturaleza que nos sobrepasa y de la cual somos parte. Si la ecología depende de la economía, el grave proceso de deterioro ambiental del país pone nuevamente de manifiesto, en otro ámbito, la existencia de muy serios problemas en la economía tal como se encuentra organizada actualmente.

Del crecimiento de esta misma economía no podrá esperarse más que una situación mucho mas grave y aguda del problema: más gráficamente se puede afirmar que esta economía está enferma de un mal que se manifiesta precisamente en un crecimiento desigual y excluyente en que unos pocos se apropian de los excedentes en todo el circuito económico: la producción, la distribución, el consumo y la acumulación.

Es como un crecimiento canceroso que al parecer, si no se revierte la situación, conducirá inevitablemente a su propia muerte. Allí se encuentra el verdadero problema y reto para superar la cuestión ecológica.

Ronald Hill Álvarez
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Nicaragua

domingo, 30 de mayo de 2010

LA TRAGEDIA DEL JAMAICA

En el salón principal del barco se desarrollaba una fiesta de despedida de año y varias muchachas del puerto acudieron invitadas por el capitán. Entre las más bellas figuraban Gloria, Leonor, Luz y Rosa María. Una semana antes del evento estuvieron practicando el baile de diversas piezas musicales que estaban de moda en Panamá para lucirse en la fiesta. Mitchell hacia viajes en su goleta cada quince días a Colón y desde allá les seleccionaba los discos para deleitarlas con el ritmo y la forma de bailarlos. Todas estaban pendientes de sus viajes, pero era Luz quien recibía los discos, mientras sus amigas acudían a su casa para aprender de Mitchell, quien les enseñaba placenteramente a cambio de una cuarta de guaro lija servido en una botellita de salsa inglesa Lea and Perrings. Además de los viajes a Colón, se ganaba la vida haciendo la travesía diaria entre Bluefields y El Bluff, trasladando pasajeros y eventualmente todo tipo de carga para los establecimientos de comerciantes chinos, quienes se habían radicado con sus familias, manteniendo el linaje sin mezclarse con los lugareños y compartiendo antiguas costumbres en su club social, conocido popularmente como el “club chino” de Bluefields.

Vincent LeFranc, originario de Le Cronquet, un pequeño puerto de pescadores situado en la costa oeste de Francia y con más de quince años de vivir en el puerto, era el jefe del muelle. Su juventud transcurrió en Le Cronquet. Desde los nueve años acompañaba a su padre en las faenas de pesca y por las tardes observaba melancólico el crepúsculo desde el faro Kermorvan, situado en la península del puerto, añorando navegar más allá de esas costas. Se había asentado, después de 30 años de vida como marino de barcos mercantes, al encontrar la mujer de su vida. Decidió no volver a la mar ni seguir buscando el amor, porque Zoila, su mujer, era bella y le brindaba la paz y el placer que nunca encontró en incontables aventuras de marino que sostuvo en más de sesenta puertos que visitó en el Caribe, Norteamérica y Europa. Por su fama de hombre aventurero muchos decían que le había dado un embrujo llamado “obeah”, haciendo que acudiera puntualmente todos los días a su casa a las cinco y treinta minutos de la tarde después de concluir sus labores en el muelle. En ocasiones, cuando las exigencias del trabajo no se lo permitían, Zoila llegaba a buscarlo al muelle y todos los hombres sin excepción, tanto estibadores como marinos y trabajadores de la aduana, se babeaban literalmente al verla caminar con estilo erguido, moviendo su estrecha cintura al ritmo del péndulo de un reloj lento, caderas amplias y redondas, pechos protuberantes y sólidos, pelo lacio caído hasta los hombros, ojos negros intensos con forma de almendra y labios carnosos. -¡No la mires tanto que puede embrujarte! -decía alguno de los que sentía su fuerte presencia. -¡Cuidado pisas su sombra porque puedes enloquecerte de amor! -decía otro. Ese temor hacía la bella Zoila solamente Mr. LeFranc, así le llamaban todos en el puerto, pudo superarlo. Asumió el riesgo de cortejarla y, al ser correspondido por el amor apasionado de ella, quedó encantado de la vida en tierra firme y nunca más volvió a navegar.

Para el evento, Mr. LeFranc contrató una cuadrilla de estibadores, compuesta de cincuenta hombres provenientes en su mayoría de Bluefields, con el fin de poner toda la carga desembarcada de diferentes barcos, que arribaron al puerto en la semana, en el lugar preciso. Los barriles de combustible eran bajados por grandes mástiles de madera movidos por fuerza mecánica y humana, envueltos en redes de mecate que caían en el muelle sobre llantas, los que al rebotar eran atrapados al instante por los estibadores para rodarlos hacia un sitio transitorio. Felipe, asistente de Mr. LeFranc y responsable de Bodega, dispuso que todos los barriles que contenían gasolina para avión fueran acomodados a lo largo de la pared de la bodega, siguiendo el orden los que contenían gasolina, kerosén y diésel. Más de mil quinientos barriles de cincuenta y cinco galones fueron acomodados a lo largo del muelle. La gasolina de avión era trasladada hacia Bluefields y Puerto Cabezas por barco para el suministro de los aviones que volaban desde Managua, haciendo escala a su regreso por La Libertad, pueblo minero de Chontales. Una vez que acomodaron los barriles, Felipe decidió que el muelle debía ser lavado a lo largo y ancho con agua y detergente para quitarle los restos de combustible. Tres horas pasaron los cincuenta hombres sacando agua de la bahía y esparciéndola sobre la vieja madera del muelle, restregándola con cepillos en grupos de diez, hasta quedar totalmente escurrido y seco por el inclemente sol de la tarde. Su brillo era tan intenso que la madera aparentaba estar recién maqueada.

Los estibadores recibieron doble paga al concluir su labor y, a las cuatro de la tarde, los Bluefileños se trasladaron en el barco de Mitchell a sus casas. Al llegar a Bluefields una hora después, trasladó de regreso a El Bluff a invitados de la ciudad, entre los que figuraban el juez local, el alcalde, el jefe de policía y el diputado eterno ante el congreso nacional, todos acompañados de sus esposas y amigas cercanas para embellecer aún más la ocasión.

Como en todas partes, las familias del puerto hacían sus preparativos para la fiesta de fin de año. Muchas habían recibido días antes familiares que los visitaban desde el Pacifico, haciendo la travesía de quince días desde San Carlos, pasando por el Castillo hasta llegar a la barra de El Colorado donde se embarcaban en el barco “María del Socorro” que los trasladaba al puerto. Familias vecinas celebraban juntas y con anticipación definían la comida que prepararían para la cena, dividiéndose los platos a degustar, entre los que figuraban langostas horneadas con mantequilla, camarones empanizados, ensalada de papa con camarones, piernas de cerdo horneadas, jamones importados, pan escocés, pan de frutas, manzanas, uvas, peras y la infaltable sopa para después de las doce de la noche así como botellas de whisky y cervezas importadas. Era un ambiente de familias ampliadas, donde cada cierto tiempo, se hacían visitas entre ellas para conocer los pormenores de los preparativos; los invitados, los trajes a lucir, los adornos y definir la hora en que cada una recibiría a la otra para festejar. Así transcurrió esa tarde especial para esperar en grande el nuevo año. A partir de las siete de la noche comenzaron a celebrar por un año más de progreso, salud y bienestar.

El muelle estaba iluminado por faroles alimentados de kerosén y el barco brillaba como un diamante sin importar las toneladas de carbón que se pudieran consumir esa noche. Tenía varios días de estar atracado en el muelle. Era de hierro con miles de remaches en su casco y la energía para moverlo la brindaba su enorme caldera de vapor. Como de costumbre, en la popa tenia izada la bandera de Jamaica de donde era originario y, desde el borde dos metros abajo, su nombre en grandes letras pintadas de verde acuñadas en el hierro: Jamaica. Hacía sus travesías entre el puerto de El Bluff y Jamaica así como entre las Antillas menores, New Orleans y Panamá. La carga completa había sido desembarcada en el muelle de madera y esperaban en los próximos días a cinco lanchones, que desde Kukra Hill, El Rama y río arriba, trasladaban bananos, hule y cacao cuyo destino final era New Orleans haciendo escala en Kingston.

Twi Twi observaba desde el muelle como hipnotizado el barco iluminado y al tumulto de gente que entraba entusiasmada a la fiesta vistiendo sus mejores trajes. -¡Mañana tendré que hacer varios viajes de carbón! -pensó. De origen garífono, su nombre verdadero era Ubaldo. Tocaba el clarinete y pasaba la mayor parte del tiempo afinándolo produciendo un sonido algo parecido a “twi, twi, twi” razón por la cual la gente lo llamaba Twi Twi. Además se ganaba la vida con un pequeño bote con el que pescaba, y era el responsable de trasladar desde “la carbonera” el carbón mineral que los barcos noruegos, alemanes, ingleses, panameños y estadounidenses en cada travesía descargaban para posteriormente volver a reabastecerse. Entre los diferentes barcos que atracaban en el puerto fueron creando ese sitio, llamado por todos “la carbonera”, funcionando como una bodega común. Controlaba exactamente la cantidad de carbón que le tocaba a cada uno, sin llevar cuenta alguna en papel, porque no sabía escribir. Con una pala cargaba su pequeño bote y lo trasladaba para alimentar las bodegas de los barcos.

Los guardias del guardacostas, desde un extremo del muelle, acantonados en el sitio que eternamente han ocupado, jugaban una partida de naipes y de reojo estaban a la expectativa de lo que sucedía sin prestar la debida importancia, porque su comandante y los altos oficiales con sus esposas, también estaban entre los invitados y podían entretenerse sin ser sancionados.

La noche estaba esplendida. Iluminada por miles de estrellas que en conjunto con las luces del Jamaica y los faroles del muelle hacían que el puerto se observara con claridad desde la punta de Old Bank en Bluefields. La brisa del mar se hacía sentir por repentinas rachas de viento que azotaban la bahía provenientes del noreste, donde se ubica la playa del Tortuguero. La corriente de la bahía era cada vez más intensa, con dirección hacia la barra y rugía con su sonido característico tensando las amarras del barco, que provocaba un leve movimiento del muelle. En el otro extremo del puerto, en el muelle de los barcos pesqueros, la corriente se sentía con más fuerza debido a su proximidad a la barra. Estaban amarrados en hileras de cuatro para contrarrestar la corriente y el pequeño muelle no tenía más cupo debido a que la flota de veinte barcos estaba en puerto. Los vigilantes del muelle estaban nerviosos porque oían el rugido del mar al encontrarse con las aguas de la bahía y el rechinar de los barcos, al hacer contacto entre ellos, como tratando se desprenderse de sus amarras atraídos por algo sobrenatural.

La fiesta del Jamaica estaba animada. Los invitados bailaban en el salón y algunos marineros, convertidos por la ocasión en meseros, atendían con bocadillos y tragos de ron jamaiquino. El salón era amplio, en sus cuatro costados habían colocado sillas para los asistentes mientras que en el centro se destacaba una mesa larga que contenía comida tradicional de Jamaica, sobresaliendo charqui, cerdo a la pimienta, jerk chicken, tortilla jamaiquina, bammy y botellas de ron en abundancia. Incansables bailaban Luz, Leonor y Rosa María deleitando a los presentes con sus graciosos y novedosos movimientos. En un extremo del salón estaban reunidos el comandante del puerto, el jefe de policía, el alcalde y el diputado quienes conversaban sobre la instalación de la nueva planta de energía eléctrica en la ciudad de Bluefields.

    ¡Al fin vamos a contar con energía eléctrica por doce horas en nuestra querida ciudad! —dijo el diputado. —Ustedes no se imaginan lo que me ha costado para que el congreso aprobara el presupuesto, fueron meses de gestión —añadió.

El alcalde llevaba tres años en la silla edilicia y la gente de la ciudad cuestionaba su administración porque no se conocía obra de progreso alguna desde que asumió el cargo.

    Al final esa será la mayor obra de progreso en la ciudad bajo mi administración y estoy seguro que me recordarán, por los siglos de los siglos, porque nadie podrá evitar que ponga una placa grande con mi nombre cuando inaugure la planta eléctrica —dijo el alcalde con aire de orgullo.

El jefe de policía, originario del Pacifico, ostentaba el grado de mayor y desempeñaba sus funciones con unos quince guardias rasos, dos tenientes y un capitán, todos del centro del país. Su cuartel general estaba ubicado en el barrio Punta Fría y, como en la ciudad casi nunca se daban delitos que merecían mover su tropa, los guardias se mantenían ocupados dándole brillo a dos viejos cañones, rescatados de un galeón ingles que se hundió en la época del rey mosco, instalados frente al cuartel, como si con ellos lo pudieran defender de alguna amenaza.

    Ojala, mi querido alcalde, pronto se dé el traslado de esa planta eléctrica a la ciudad —dijo. Se llevó el vaso con el último trago a la boca, lo saboreo y dio un sobro profundo al cigarro Lucky Strike que sostenía entre los dedos índice y medio de su mano derecha.     Le prometo que de ser así, mi cuartel se mantendrá ocupado, pues vamos a movilizarnos por las noches para controlar a todos los vagos y borrachos, y si los putales no cumplen con el horario establecido, los cerramos y echamos presas a las putas, así todos nos beneficiamos con las multas —concluyó riéndose a carcajadas.

Continuaron la plática, mientras sus esposas conversaban animadamente temas sobre moda y reían a carcajadas al ver bailar a Leonor y Rosa María con el capitán del Jamaica, influenciadas por el efecto de los tragos del ron jamaiquino que contenía 50 grados de alcohol. El resto de la tripulación, principalmente los marinos que no hacían de meseros, se encontraban también celebrando con tragos de ron en la parte superior del salón, recostados en la barda de seguridad. Desde esa altura, conversaban con los habitantes del puerto que desde el muelle miraban el espectáculo. Uno de los marinos, de apellido Taylor, observó que en la cubierta se habían apagado seis lámparas que iluminaban esa parte del barco. Ya en estado de ebriedad, se dirigió a tratar de encenderlas. Alrededor de las lámparas todas las cuerdas se encontraban enrolladas y bien acomodadas en círculos perfectos. A ambos lados de la proa, en la cubierta principal, habían arpillado el día anterior cuatrocientas piezas de caoba roja que desde El cerro Wawashang, cercano a Pearl Lagoon, había sido trasladada para construir muebles en Jamaica.

Taylor llevaba una lata de kerosén para rellenar las lámparas y una caja de fósforos. Después de encender dos lámparas se dirigió a la tercera, cuando de pronto tropezó con las cuerdas y se desplomó en el piso, al mismo instante en que encendía el fósforo, derramándose el kerosén, los que al hacer contacto, iniciaron una pequeña llamarada. Apresurado trató de apagarla, pero el fuego seguía acentuándose entre las cuerdas y poco a poco la madera comenzó a quemarse, ardiendo por el soplo de la brisa que cada vez era más fuerte. Desesperado al ver que no podía contener el fuego gritó: —¡Ayúdenme, ayúdenme, se está quemando la madera! —pero a su petición nadie respondió porque todos estaban en el otro extremo del barco y no podían escucharlo.

Los guardias que jugaban “pedro”, con unos naipes chinos recién comprados en Bluefields, vieron en una de esas miradas de reojo, que se quemaba algo en la proa del Jamaica y con rapidez se movilizaron al centro del muelle donde estaba el barco. De inmediato dieron la alerta. Veinte minutos habían transcurrido desde el accidente y casi todas las amarras y la madera ardía por el fuego intenso.

Miss Lilian freía unos hermosos pargos rojos, cortados en trozos e inmersos en aceite de coco en un caldero de hierro colado y tajadas de fruta de pan, cuyos aromas se entremezclaban impregnando la cocina y el salón de algo tan exquisito que los caminantes al pasar cerca de la casa suspiraban profundamente para su deleite. Sus clientes se tomaban un cuartito de guarón en el salón y disfrutaban bailando la canción de moda “una linda mujer” cuyo ritmo sonaba en la vieja vitrola. Esa canción era de uno de los discos que Mitchell había llevado a Luz y por insistencia de Miss Lilian se lo había prestado por esa noche. Al asomarse por la ventana, en una de las tantas veces que lo hacía, pudo observar el humo que se desprendía del lado del muelle.

— ¡Herrera! -gritó, — ¡Veo fuego en el muelle! —le gritaba a su hombre que hacia la labor de mesero. Herrera no le hizo caso por estar disfrutando del baile de las mujeres, cuyos movimientos eran cada vez más sensuales y expresivos al calor de los tragos. Por segunda vez volvió a gritarle: — ¡Herrera, cabrón, te digo que hay un fuego en el muelle!, ¡Apúrate que algo se está quemando! — y de inmediato dejo de seguir cocinando. Al asomarse al fin por la ventana, el ex miembro de la Guardia, sargento en retiro, pudo ver que en realidad había un incendio y sin pensarlo dos veces dio la alarma a sus clientes, los que juntos con él salieron corriendo apresurados hacia el muelle con curiosidad de ver lo que pasaba. En su veloz y desesperada carrera, Herrera pasó gritando frente a la casa de Mr. LeFranc: — ¡Se está quemando el muelle! — y al ver que no respondía volvió a gritar: — ¡Hay un incendio en el muelle! — y sin dudarlo golpeó la puerta.

Mr. LeFranc en esos momentos disfrutaba los placeres que Zoila le brindaba para después acudir a la fiesta. Al oír los gritos y golpes, tomó su ropa a toda prisa, se vistió, se puso los zapatos y descendió velozmente las veinticinco gradas que lo condujeron al pasillo que separa el cuartel de la guardia y la bodega de la aduana y, al salir al muelle, observó la llamarada intensa en la cubierta del Jamaica. Desconcertado por el fuego, lo primero que pensó fue que los mil quinientos barriles de combustible se quemarían, arrasando con el muelle de madera, las bodegas y casas cercanas provocando fuertes explosiones que harían desaparecer el puerto. Giró su mirada a la derecha y observó que los guardias soltaban el barco guardacostas, en esos tiempos construido de madera, para alejarlo y evitar que se quemara. Sin dudarlo comenzó a gritarles desesperadamente a los guardias y a los que se había aglomerado en el muelle: — ¡Suelten rápido las amarras del Jamaica!, ¡Corten las malditas cuerdas!, ¡Dejen que se lo lleve la corriente! —y se acercó al portón principal de la bodega donde Felipe se dedicaba a abrirlo para rescatar documentos y objetos de mayor valor.

Los habitantes del puerto que admiraban desde el muelle la fiesta salieron horrorizados por las intensas llamas y el riesgo de las explosiones. Apresurados pasaban gritando en su carrera por las casas: — ¡Se quema el Jamaica!, ¡Se va a quemar el muelle!, ¡Van a explotar los barriles!, ¡Salgan de sus casas! —y las familias que festejaban a lo grande por el año nuevo, al ver correr despavoridos a los que daban el aviso, comenzaron a salir de sus casas y se dirigieron hacia el este de puerto, buscando refugio en la loma del faro, el que con sus luces indicaba a los barcos su cercanía a tierra firme.

Todos estaban desconcertados sin saber qué hacer. De pronto, Herrera tomó un hacha que tenía Felipe en la bodega y comenzó a cortar cada una de las gruesas cuerdas con velocidad nunca antes vista en el puerto, aun cuando el capitán y el primer maestre oponían resistencia clamando a gritos desde el barco: — ¡Nosotros vamos a apagar el incendio!, ¡No lo suelten!, ¡Por favor, no suelten el barco! — y corrían de un lado a otro horrorizados. El capitán de manera apresurada trataba de movilizar a su tripulación para sofocar las llamas que ya habían devorado la madera, las cuerdas y poco a poco se trasladaba hacia la enorme chimenea. Los marinos corrían borrachos sin saber qué hacer. Las amarras ya habían sido cortadas y los invitados seguían en la fiesta sin darse cuenta que el Jamaica se quemaba a la deriva arrastrado por la corriente. En las aguas de la bahía, a unos veinte metros del muelle, todos los invitados se salieron del salón al darse cuenta del incendio y gritaban: — ¡Auxilio!, ¡Auxilio!, ¡Por favor, sáquennos del barco!

Mitchell, como por obra de magia, apareció con su pequeña goleta acercándose al costado derecho del Jamaica gritando: — ¡Vuélense al agua! ¡Vuélense al agua! ¡Los voy a detener con mi bote para que no se los lleve la corriente! — y con gran esfuerzo trataba de acercar su goleta al barco en llamas. Sin pensarlo se fueron lanzando del barco, primero las mujeres y luego los hombres, mientras Mitchell les tiraba cuerdas para que se sostuvieran y rescatarlos. Por gracias divinas todos salieron ilesos y sin los efectos del ron, el que despareció por el temor de morir quemados en el Jamaica y ahogados en las aguas de la bahía.

En el muelle de los barcos pesqueros ya se había dado la alarma por parte de los vigilantes. Todos los marinos que descansaban en sus camarotes salieron con el alboroto y, con largas varas de más de seis metros, se instalaron en los barcos más alejados del muelle, esperando que el Jamaica en llamas no hiciera impacto en ellos y poder así empujarlo para evitar un incendio mayor. Al pasar cerca de ellos lo empujaban con fuerza pudiendo alejarlo. Todo el Jamaica ardía envuelto en inmensas llamas. Luego de pasar por los barcos pesqueros se encalló en una pequeña ensenada donde terminó de quemarse totalmente.

Los invitados a la fiesta fueron desembarcados en el muelle donde los habitantes se habían reunidos. El capitán y su tripulación se trasladaron al muelle de los barcos pesqueros siguiendo al Jamaica en su recorrido y pasaron toda la noche hasta el amanecer, en un estado de impotencia y desconcierto, viendo como su nave se quemaba. Con la tragedia las familias habían terminado prematuramente la fiesta de fin de año y las comidas preparadas y tragos, con la huida hacia la loma del faro, quedaron servidos en las mesas. Al ver a los invitados de Bluefields en el muelle empapados y tiritando de frío después del tremendo susto, la familia Aróstegui los invitó a su casa junto con las bellas del puerto donde continuaron hasta el amanecer celebrando el año nuevo, comentando los pormenores del incendio, haciendo chistes, riendo a carcajadas y bailando las piezas de moda que Mitchell les había traído de Colon. Dos semanas después el capitán del Jamaica y su tripulación fueron trasladados a New Orleans en otro barco bananero para posteriormente dirigirse a Kingston. Nunca más se tuvo noticia de ellos.

Con el paso del tiempo, “la carbonera” dejo de existir porque los barcos ya no utilizaban carbón para alimentar las calderas y moverse en el mar. Twi Twi perdió su empleo pero comenzó a sacar piedras de la bahía las que vendía para construcción y descubrió en los restos del Jamaica una nueva forma de ganarse la vida. Todas las noches, por más de diez años, se podían observar luces y escuchar un constante martillar en el casco quemado por el incendio aquella noche de fin de año. La gente del puerto aseguraba que en el Jamaica había fantasmas, que estaba embrujado y que se quemó por castigo de Dios. Twi Twi encendía dos lámparas para poder desprender todo el hierro del Jamaica a punto de mazo y cincel, trasladando lo obtenido, muy temprano al salir el sol, hacia Bluefields, donde lo vendía a herreros y a todos aquellos que necesitaban del hierro para poder construir cualquier objeto posible. Hasta su casa de hierro logró construir, en plena bahía, frente al muelle de “la mercantil”, unida a tierra firme por un muelle colgante del mismo metal.

Muchos años después que el Jamaica tuviera su trágico destino, miles piezas que fueron parte de el se encuentran dispersas por la ciudad de Bluefields, al igual que su recuerdo. Navegando mantuvo unida esa región de Nicaragua con muchas islas y más allá, por medio del intercambio de mercancías y compartiendo la particular forma de vida caribeña.

Ronald Hill Álvarez
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Viernes, 28 de mayo de 2010.
hillron@hotmail.com


martes, 18 de mayo de 2010

LLEGO MAYO CON RENOVADAS ESPERANZAS.

Llegó el mes de Mayo. En la Costa Caribe de Nicaragua es un mes de Palo de Mayo simbolizando la fertilidad, la vida, la abundancia, la alegría de un pueblo por lo nuevo, por las esperanzas renovadas, por ver nuevamente florecer esa inmensa y rica zona del país postergada, abandonada, en extrema pobreza. Es que Mayo le trae al caribeño de Nicaragua nuevos brillos, alegría, entusiasmo, nuevos proyectos de vida, compromisos renovados. Donde nos encontremos, en Bluefields, BilwiManagua o en el extranjero, Mayo nos llena de todo eso. No existe un costeño, mujer o hombre, que deje de expresar esos sentimientos y mucho menos bailar al ritmo de esa música llamada "música de Palo de Mayo" en alguno de los barrios de Bluefields, en las discos de Managua o en las fiestas de amigos y amigas durante este mes.


Mayo es símbolo de vida. Desde los tiempos prehistóricos los seres humanos le hemos rendido culto a la naturaleza. En Mayo comienzan las lluvias y llenan de vida los surcos, todo se torna esplendoroso, verdoso y con los retoños emerge la vida y de ella queremos siempre sacar lo mejor, y por eso es que bailamos alrededor del árbol, símbolo de vida, o "palo" el que adornamos con frutas y cintas de colores.


Como ese árbol o "palo" adornado de colores y frutos, los habitantes de las Regiones Autónomas de la Costa Caribe de Nicaragua, deseamos ver nuestra tierra. Una tierra donde los diferentes grupos y comunidades indígenas puedan convivir en paz y armonía, con respeto a sus tradiciones, cultura y sus derechos revalorizados; donde sus recursos naturales se aprovechen en beneficio de sus pueblos. Una tierra donde se note el progreso, donde sus hijos no tengan que salir expulsados por falta de oportunidades hacia otros países y donde se respete y prevalezcan las leyes.


Mayo nos hace soñar y mirar siempre hacia la utopía. La utopía caribeña materializada en el proceso autonómico que vivimos. Una autonomía renovada, autentica, cumpliendo sus mandatos en beneficio de su pueblo y no de partidos políticos, en la que están al frente de los Consejos Regionales los mejores hombres y mujeres escogidos por su méritos, conocimientos y compromisos con esta zona del país marginada, explotada y en miseria. Viva Mayo!


Ronald Hill Alvarez
La Colina
Nueva Guinea, RAAS.
18 de Mayo de 2010.


jueves, 15 de abril de 2010

NUEVA GUINEA - BLUEFIELDS: UNA VIA CERCA DE LO POSIBLE

Salimos de Nueva Guinea a las cinco y treinta minutos de la mañana del día sábado 10 de abril de 2010. El grupo estaba conformado por nueve motociclistas y tres vehículos, un jeep Suzuki, un jeep Willis y una camioneta Toyota Hilux. Llovía desde las cuatro de la mañana y desde que desperté me dije: -ese camino va a estar que es un infierno, quien sabe si llegamos a Bluefields -.

El odómetro de la camioneta fue puesto en cero en el empalme de El Verdún distante a unos dos kilómetros del monumento de Nueva Guinea. Pasamos por las colonias La Esperanza, Nuevo León y Naciones Unidas. Al llegar a Naciones Unidas, antes llamada José Benito Escobar, no estábamos aun seguros si debíamos continuar por la trocha que va hacia Nuevos Horizontes o hacia Santa Fe, esta ultima una comunidad que recientemente se le mejoró la carretera. En el empalme de Las Milpas volvimos a esperar al resto del grupo y aprovechamos para desayunar como a las seis y cincuenta minutos. En Santa Fe nos reagrupamos, tomamos café y unos aprovecharon para hacer sus necesidades fisiológicas, y de allí salimos como a las ocho de la mañana siempre bajo una llovizna insistente. De allí en adelante el camino ya no es de macadán y se presenta una bifurcación donde giramos hacia la izquierda como a las ocho y treinta minutos. Adelante iban las motocicletas seguidas por el jeep Suzuki, luego el jeep Willis y atrás la camioneta Toyota.


A las ocho y cincuenta minutos comenzó la odisea del viaje. Continuaba lloviendo. En la primera subida, luego de dejar el empalme de las Milpas, los motociclistas que siempre iban adelante, tuvieron que bajarse de las motos y empujarlas para poder subir la cuesta. El jeep Suzuki, con las llantas traseras encadenadas, subió la cuesta. Luego el jeep Willis con doble tracción en el primer tercio de la cuesta patinó y se detuvo, no podía subirla pero la técnica se impuso. Desenrollaron el winche que llevaba en el bomper delantero, lo sujetaron a un árbol y comenzó a subir. La camioneta Toyota fue sujetada con una cadena al jeep Willis y poco a poco ambos subieron la primera cuesta bajo la lluvia a las nueve y cuarenta minutos, casi una hora después.

La única elevación impresionante que existe en la ruta es Cerro Silva el que tienen una altura de 635.4 metros sobre el nivel del mar (msnm). A las diez de la mañana pudimos apreciarlo a la izquierda del camino en toda su magnitud aun cuando la parte mas elevada estaba nublada. La parte media y sus faldas se observan despaladas. La actividad ganadera predomina en este sector y la vegetación es casi nula compuesta de acacia amarilla, laurel, palo de agua y algunos ejemplares de almendro.

El río El Limón estaba frente a nosotros una hora y cuarenta minutos después de haber visto el cerro Silva. Las condiciones del camino siguieron siendo las mismas, subidas y bajadas, empuje de motos y vehículos, desenrollar el winche del Willis, sujetarlo a un árbol y jalarlo junto con la camioneta. En la mayoría de las bajadas se han construido filtros de madera para permitir el paso de los vehículos y en esos sitios se torna difícil el transito. A la una de la tarde pudimos apreciar a nuestra derecha los llanos que llevan hacia el caribe y diez minutos después hicimos una parada de refrescamiento en Villanueva donde los motorizados y los jeep hicieron un chequeo de sus medios. A partir de ese punto se fue haciendo notorio un despale reciente del bosque y cultivos de pastos. A las dos y veinte minutos de la tarde el cerro La Toboba, con una altura de 265 msnm, estaba a nuestra derecha, herido en sus faldas por el despale y, al fondo del mismo y a nuestra izquierda, nuevamente pudimos apreciar la inmensa llanura que nos lleva al caribe.

Quince minutos después arribamos a San Francisco conocido popularmente como “San Pancho”. Es el poblado más grande entre Nueva Guinea y Bluefields. Tiene estadio de béisbol, escuela, puesto de salud y la actividad principal es la ganadería y el comercio. Sin la trocha, en periodo de lluvias, la población de esta comunidad se comunica con Bluefields a través del río Kukra River entrando por la bocana de Kukra River frente a la isla de Rama Cay en la bahía de Bluefields.

A las tres de la tarde nos encontramos con la maquinaria pesada trabajando en la trocha. Las condiciones del suelo son totalmente diferentes en esta parte del camino ya que se vuelve arenosa. De San Francisco hasta Bluefields el camino se torna plano y no existen puntos elevados en el trayecto. A las tres y cuarenta minutos de la tarde se aprecian las torres eléctricas que llevan los cables de alta tensión hasta Bluefields y la trocha sigue paralela a estas. A las cuatro y diez minutos pasamos Suampo de Lara en el que se ha construido un puente rustico de madera y se nota por las condiciones el paso intensivo de ganado y caballos. A las cuatro y treinta minutos divisamos en el horizonte el Cerro Aberdeen y las torres de comunicación por lo que comenzaron a sonar los teléfonos móviles y muchos iniciaron a hacer y recibir llamadas dando la noticia “hemos llegado”. A las cuatro y cuarenta y cinco minutos estábamos entrando a Bluefields por el barrio San Pedro. El odómetro marcaba ciento cinco kilómetros.

Nuestra llegada a Bluefields por la trocha se convirtió en noticia. La gente quedaba viendo las motos y vehículos llenos de lodo. Muchos se acercaron a preguntarnos sobre el trayecto incluso algunos periodistas de la ciudad. La mayoría de la población de Bluefields desea que esta trocha se convierta en una vía permanente de comunicación con Nueva Guinea y el resto del país. Algunos grupos ejercen presión para que la misma no se realice en especial un grupo de creoles que demandan la legalización de sus tierras y los transportistas acuáticos. El gobierno central ha garantizado fondos a través del Ministerio de Hacienda y Crédito Publico pero la coyuntura política post-elecciones de cara a la formación de gobierno no ha permitido el desembolso efectivo de los mismos. Un día, cada vez mas cerca, la vía será una realidad y podremos disfrutar de sus benéficos los habitantes de Bluefields, los de la vía, los de Nueva Guinea y todos los ciudadanos de Nicaragua.

Ronald Hill Alvarez
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
hillron@hotmail.com