jueves, 17 de marzo de 2011

¡HAPPY BIRTHDAY DANIELA!

Emiljamary y Daniela Alejandra

Ayer le celebramos su primer cumpleaños a Daniela Alejandra. Entre amigos y familiares el ambiente fue festivo.

Emilce, White Bush, Emiljamary y Daniela

Con su piñata: Campanita.

Con su mamá y el pastel.
Erickjamil fue uno de los primeros en tratar de quebrar la piñata.

Aquí les dejo el enlace del Happy Birthday que le cantaron sus amiguitos y primos.

La Colina
Nueva Guinea, RAAS.
17 de marzo de 2011.

martes, 15 de marzo de 2011

HERVOR DE NOSTALGIAS

¡María Teresa, escondé la porra de frijoles!, gritó al verlo después de retirar la cadena y abrir el portón de madera sellado con laminas de zinc oxidadas. La abrazó y besó su mejilla con ternura, como a una madre. Con el bastón le indicó que pasara adelante. Tomó su mano, observó su fino cabello cano, su mirada octogenaria tras los lentes y sintió el ritmo de sus endebles pasos. Con su ayuda y un impulso infantil subió un peldaño, entraron a la casa y al acomodarse exhausta en la mecedora se quejó del dolor reumático en sus rodillas. Lo invitó a sentarse en la pequeña sala comedor y sus recuerdos se escaparon comprimiendo el espacio.

La brisa proveniente de la playa del Tortuguero refrescaba el amplio corredor de la casa, sin cercos ni barreras. El único obstáculo ante la mirada era el techo rojo de la aduana. Frente a las gradas de acceso al muelle dominaba el paso de lugareños, el subir y bajar de los guardias, de marinos eufóricos acompañados de mujeres alegres hacia los barcos mercantes, de chamberos, borrachos y desocupados. Descubría el plato del día de las familias del puerto que se abastecían de carne y verduras frescas en el mercadito de doña Bernarda Peña, ubicado al bajar las gradas, detrás del cuartel de la guardia.

Expectante disfrutaba las conversaciones guayoleras de Tapalwas, el pedir insistente del trago de guarón por Masayita, su carpintero preferido, sin descuidar el ladrido de los perros que la alertaban de intrusos en el patio trasero robándoles sus apreciados “sugar mango”. Al escucharlos tomaba el rifle calibre veintidós guardado en el mostrador de la sala, salía al patio y disparaba ahuyentándolos. Una vez le dispare a Charol, le di en el sombrerito de media ala y gritó ¡Ay, don Octavio ya me mató!, cayó desmayado del susto y nunca más desaparecieron las gallinas ni los mangos, los mantenía a raya.

En la sala, Don Octavio, su marido, llenaba el ambiente con su presencia. Alto y delgado, vestía siempre pulcro, camisa manga larga almidonada y pantalón color caqui. Le llamaban “el Coronel” por su apariencia y seriedad. Atendía a los clientes que hacían gestiones en busca de timbres y permisos para matanza de cerdos en su agencia fiscal, instalada en el mismo salón donde vendía guaro lija. Por las mañanas sus clientes asiduos eran Leonidas, Felipe Man, Victoriano y el Africano, todos chamberos del muelle. En cada subida con la carga por las veinticinco gradas, descansaban, entraban al salón, se tomaban un trago doble y salían apresurados a escupir. De tanto subir y bajar, antes del medio día estaban borrachos. El africano era el único que poseía carreta para transportar la carga, llamada “salgo cuando quiero”, porque borracho, zarandeándose con la mirada perdida frente a la casa, eso gritaba a los que pasaban a su lado.

Al medio día el salón se llenaba de oficinistas de la aduana, agentes aduaneros, estibadores y guardias con rango que se tomaban una cuartita de guaro servida con boquita de pájaro. Era un ambiente festivo sin importar ocupación, raza, clase social y, menos aún, la militancia política porque entre ellos se llamaban “camaradas”. Cuando saciaban su sed etílica, don Octavio cerraba el negocio, tomaba un trago doble de whisky para la buena digestión, almorzaba con estilo de realeza y hacía la obligada siesta. Ella procedía a revivir el fuego del horno ancestral, amasaba la harina y horneaba pupusas, rosquetes, pudines, pan simple y tostado, que terminaban degustándose en las travesías de los barcos mercantes por el caribe.

Procedentes de Bluefields, Pancho, María Teresa y Rosalinda hacían sus tareas escolares y ayudaban en los quehaceres siempre acumulados en la inmensa casa, llenándola de alegría. Por las tardes, salía al corredor y se acomodaba en la misma mecedora donde ahora se quejaba de sus dolores de rodilla. Escuchaba el incesante sonido de las máquinas de escribir mecánicas, proveniente de la agencia aduanera de don Pedro Joaquín Bustamante, situada al lado izquierdo de la casa; observando el diligente recorrido de los empleados hacia las oficinas del Coronel Peters, administrador de la aduana, ansiosos por finalizar pólizas, manifiestos, remisiones y recibos de todo tipo de mercancías que los barcos cargaban y descargaban en las inmensas bodegas. Jimmy Wilson, fumador empedernido, salía al corredor expulsando bocanadas de humo de cigarrillos importados, atento ante las diligencias de los empleados y del paso coqueto de su amada Morcley.

Al lado derecho del corredor, alquilaban una casa a la oficina de telégrafos. Observaba a Frank, el telegrafista, atender al público que llevaba en un papelito sus mensajes y luego los convertía en puntos, rayas y puntos, para transmitir saludos, felicitaciones, pésames, buenas y malas nuevas. Era un hombre extraño y solitario que de noche escuchaba tangos en una radio y reía a carcajadas, imaginándose en un salón lujoso bailando con alguna “Che”.

Preguntó por el ambiente nocturno y observó incomodidad en sus gestos. Por las noches todo quedaba en silencio, lo único que escuchaba era el alboroto de los estibadores en el muelle que trabajaban hasta la madrugada. A eso de las ocho de la noche, atendía a los marinos que regresaban con las mujeres alegres, se tomaban un par de tragos y salían en una romería de cantinas, comenzando por Miss Lillian, Miss Pett, la Pachanga, la Cabaña, el Hípico, hasta dejarlas borrachas en su casa, el nido de putas de la Shirley, el Vietnam. ¿Te acuerdas del Vietnam?

Estoy cansada, ayúdame a levantarme, dijo. Inquieto por el grito que dio al verlo le preguntó: ¡Ideay jodido, no te acuerdas de nada!, ¡se te olvidó el Vietnam y ahora de las noches que venías hambriento con Pancho a beberte el primer hervor de la porra de frijoles!, ¿crees que no me daba cuenta?, de seguro fumaban con el Guerri, el zorro Juan y el negro Glenn esa hierba hedionda, porque arrasaban con todo lo que encontraban en la cocina. A ver, ayúdame, me voy a acostar. Cuando salgas pone bien la cadena, no vaya a ser que se metan los fuma piedra. Anda da tu vuelta, seguí el camino y si ves las cosas mejor que antes me pasas contando para darme cuenta. ¿Y el rifle veintidós?, le preguntó. Míralo, allí está, todavía le tienen miedo, dijo acostándose en la cama. Se despidió besando su frente, recorrió el camino y no volvió a pasar por la casa de doña Juana Angulo.

La Colina, Nueva Guinea.
Lunes, 14 de marzo de 2011.

jueves, 10 de marzo de 2011

RESPLANDOR DE PERLAS



La brisa de la mañana invadió su lecho a través de las persianas faltantes de la ventana; tras su paso, inició un leve movimiento de la cortina hasta agitar el mosquitero. Los tenues rayos de sol irrumpieron en la habitación. Al despertar abrió los ojos y su luz llenó el espacio como resplandor de perla. Al estirar los brazos, su mano izquierda sintió su presencia y, al tomar conciencia de su compañía, giro a la izquierda y lo encontró dormido.

Sus carnosos labios enmudecieron admirados y los pensamientos divagaron sin tratar de encontrar explicación de las circunstancias que lo llevaron a su lado. Se aproximó con sutileza, respiró su aroma embriagador; al verlo desnudo descubrió la palidez de su piel cubierta de finos vellos. Por instinto lo acurrucó como a un niño cubriéndolo con la sábana.

Lo había visto en diferentes momentos de su vida. De muchacha lo miraba lejano, inalcanzable. Jamás se fijó en ella. Pero esa noche, después de décadas, sus miradas se encontraron y una chispa despertó el fulgor de sus ojos, los recuerdos y las nostalgias de amor.

Ahora lo observaba con ternura, frágil y suyo. No quería que despertara y se levantó sigilosa de la cama. Tomó una camiseta fina, un short de lana, calzo sus chinelas y se dirigió a la cocina. Encendió el fuego y puso a hervir agua en una olla a presión. Con delicadeza levantó la tranca de la ventana evitando el crujir de las bisagras; al abrirla observó los rayos del sol sobre la espesura del bosque en lo alto del cerro.

Percibió la belleza del cielo, el olor intenso del campo y la brisa fresca sacudió su cabello rizado. Sus grandes ojos negros se humedecieron de alegría y la soledad pasó despidiéndose, fluyendo en el aire, escapándose con la bruma hasta asentarse nuevamente en el bosque.

Hipnotizada por la ilusión se quedó expectante y se dio cuenta que había despertado cuando se apropió de su cintura, atrayéndola con sutileza hacia él. Los pelos de su barba hicieron que se estremeciera al acariciarle el cuello con su mejilla y su corazón inició un galope frenético y desesperado al notar su tibia hombría. Sintió el deseo apremiante y poderoso como oleada de vida.

El aire fresco se atascó en su pecho y olvidó sus penas, sus fracasos amorosos, el incierto futuro a su edad madura, los obstáculos sorteados de mujer sola y celebró tenerlo a su lado. Al darse vuelta, en la tenue claridad de la mañana, descubrió el brillo de sus ojos en la mirada. Lo atrajo buscando sus labios, abriéndolos con un beso cálido y húmedo. Recorrió las comisuras de su boca, bebió su saliva y aspiró su aliento dispuesta a atraparlo hasta el último de sus días, sacudida por el huracán de los deseos guardados, encadenados por muchos años.

La danza del amor comenzaba y él comprendió que no debía ceder a su impulso. Con lentitud y cierto temor de arruinar el embrujo, porque sus manos temblaban, levantó su camiseta y descubrió los vellos de sus axilas, la curvatura de sus hombros, los senos grandes, aún firmes, y los pezones negros. Con la concavidad de sus manos exploró los pechos, apretó la cintura y la piel de ella, color ébano; se estremeció.

Se arrodilló frente a ella, hundió su cara en el abdomen, besó su profundo ombligo y descubrió la fragancia exquisita de la mujer caribeña, el mito del olor a coco y lo salobre del mar. Levantó sus pies y apartó sus chinelas descubriéndolos para acariciarlos con un beso. Sus manos se apoderaron de su short de lana y lo bajó lentamente revelando el paso del tiempo en su vientre, sus muslos aún firmes y sus nalgas de diosa. La vio desnuda a contra luz y con sus labios recorrió sus senderos, cavó sus cuevas, caminó sus valles y colinas, logrando dibujar la belleza de su cuerpo.

Al quitarse los calzoncillos, se levantó y descubrieron el secreto original. El canto de los gallos y el ladrido alegre de la perra amarrada en el corredor del fondo de la casa no perturbaron el momento.

Ella, experta en el amor, se sorprendió al darse cuenta que no la habían amado de esa manera; desconocía ese arrebato sin cadenas, temores ni reservas. Maravillada descubría con todos sus sentidos la forma de su cuerpo, su sabor, su aroma, su calor y exploraba cada palmo sembrándolo de caricias ya olvidadas. Nunca antes había celebrado con tantas ansias la fiesta de sus deseos: bésame, tócame, chúpame, poséeme porque muero por sentirte dentro de mí, no te detengas porque te mato, así, mi amor, allí me encanta, me tienes loca, ¡ay dios mío, que rico!

Él la apartó levemente para mirarla y descubrió en sus ojos negros el reflejo de las perlas negras que devolvían su imagen cubierta por el deseo. Se acostaron en el piso de madera e iniciaron las etapas del rito ancestral. Ella lo acogió con pasión, murmurando palabras sensuales nunca antes dichas y él se abandonó, entrando en su jardín, empapándose del néctar de su flor caribe, cada uno siguiendo el ritmo placentero del otro en la búsqueda anhelada del mismo final.

Tras cada susurro de pasión él sonreía de dicha plena porque al fin había encontrado la diosa negra de sus fantasías de adolescencia, buscada en diferentes lugares y cuerpos a lo largo de muchos años.

Sin prisa, reteniendo el tiempo bajo la luz de la ventana, anidó en ella atajándose en el frote de cada sensación. Ella se apoderó de él y toda la magia de ritmos sensuales de sus ancestros africanos floreció en un instante. Su cuerpo se contorsionó, sus caderas temblaron, sus labios se humedecieron, sus manos lo estrujaban en su cuerpo bañado de sudor, al tiempo que se entregaba como nunca antes.

Cuando ella se estremeció en éxtasis y un suspiro profundo salió de su boca, un volcán erupcionó en su vientre y el fluir del arroyo lo sacudió hasta caer como naufrago en las aguas de ella. Tirados en el piso suspiraban felices. El chillido de la olla en que hervía el agua interrumpió el palpitar de sus corazones, el amor desbordado en plenitud. Tomaron café y se despidieron con la promesa de nunca olvidarse.

Con el paso de los años la volvió a ver. Él regresaba de la diáspora caribeña que añora desterrada sus raíces, su gente, su comida, sus fiestas y amores del pasado. Al verla caminar en la distancia se dio cuenta que seguía llena de vida a pesar de sus años, la soledad y carencias en esa ciudad abandonada y embrujada frente al mar caribe. Apresuró el paso de sus pies errantes, ansioso por volver a entrar en su jardín y ver el resplandor de su perla negra.


La Colina
Nueva Guinea, RAAS.
Miércoles, 09 de marzo de 2011

sábado, 5 de marzo de 2011

NUEVA GUINEA YA NO ES COMO ANTES

Reina del 46 aniversario
El Sr. Victor Ríos Obando, uno de los diecisiete campesinos que llegaron a Nueva Guinea el 5 de marzo de 1965, interpreta la canción de su autoria NUEVA GUINEA YA NO ES COMO ANTES, en la acto de conmemoración del 46 aniversario de fundación realizado en el parque central de la ciudad.

Fundadores de Nueva Guinea

La Colina, Nueva Guinea
RAAS
5 de marzo de 2011.

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jueves, 3 de marzo de 2011

NUEVA GUINEA, SIN LUZ EN LA SELVA

Este cinco de marzo se celebran 46 años de fundación del municipio de Nueva Guinea. Se conmemora la hazaña épica que diecisiete campesinos pobres originarios de Somoto y Carazo, entre ellos dos mujeres, junto al reverendo Miguel Torres y varios funcionarios del Instituto Agrario de Nicaragua (IAN), realizaron para llegar a la actual cabecera municipal de Nueva Guinea. Guiados espiritualmente por el reverendo, soñaron poseer tierras que les permitieran lograr el sustento de sus familias y fundar en la montaña el primer pueblo de evangélicos, al que llamarían “luz en la selva”.

Marginados y abandonados en un ambiente hostil, soportaron hambre y enfermedades. Sin darse por vencidos presionaron al gobierno para recibir la atención debida, coincidiendo con la lucha de campesinos pobres de occidente, desterrados por el cultivo del algodón. Con el fin de reducir tensiones, en 1970 el IAN delimitó un área de 400,112 hectáreas para desarrollar el proyecto de colonización denominado “Rigoberto Cabezas”. La sequía en el Pacífico de 1971, la erupción del Cerro Negro y el terremoto de Managua en 1972, fueron suficientes motivos para que el IAN trasladara miles de familias a la zona.

En el periodo de 1972 a 1979, el proceso de colonización pasó de ser espontáneo ha estar normado y planificado por el IAN. Para ello, el gobierno obtuvo financiamiento del BID y con asesoría del Gobierno de Israel materializó el modelo de “la colonia”, asentamiento rural concentrado con los servicios básicos necesarios y campesinos dotados de 50 manzanas de tierra alrededor de ésta, inspirados en el kibutz (colonia agrícola) israelí. Se brindaron todos los servicios de apoyo: apertura de una sucursal del Banco Nacional de Desarrollo para otorgar créditos y hacer fincas mediante el despale indiscriminado del bosque, apoyo con insumos y semillas, construcción de caminos, electrificación rural, escuelas, puestos de salud y pista de aterrizaje. Como por arte de magia Nueva Guinea se convirtió en el granero de Nicaragua, sustentado en la producción de frijol y maíz, y en el principal abastecedor de madera para la Plywood.

Durante el período del gobierno Sandinista (1979–1990), la revolución significó la desarticulación de las estructuras del IAN y abortó la lógica del PRICA. Se dio un nuevo proceso de reforma agraria con la abolición del latifundismo, promoción de cooperativas mediante la entrega de tierras, democratización del crédito y la promoción de grandes proyectos de cacao y caucho. El 5 de agosto de 1981 la zona es elevada a nivel de municipio y a partir de 1983 se convierte en escenario de guerra. Los programas se vieron frustrados y la economía local comienza a entrar en crisis. Miles de familias campesinas emigraron a Costa Rica, mientras otros se incorporaban al conflicto armado por desconfianza y descontento ante la carencia de políticas dirigidas al sector campesino individual. En 1988, el huracán Juana afectó seriamente la infraestructura social y terminó con los vestigios de la montaña.

Con el cambio de gobierno en 1990 se dio un proceso de pacificación y repoblación, reasentándose desmovilizados, repatriados y campesinos pobres inmigrantes de distintas zonas del país. Las iglesias evangélicas y católica jugaron un rol protagónico en este proceso junto a la cooperación externa, desarrollando proyectos alternativos ante la débil presencia del Estado. La pavimentación de la carretera entre Nueva Guinea y la Gateada propició condiciones para la recuperación económica, se elevó la producción y exportación de raíces y tubérculos, de granos básicos y el desarrollo ganadero y comercial.

La población actual se estima en 140 mil habitantes de los cuales el setenta por ciento vive en colonias y comarcas. El casco urbano, elevado a categoría de ciudad el 13 de febrero de 2008, es aglutinador de las actividades económicas que se desarrollan en 30 colonias y 183 comarcas mediante la prestación de diversos tipos de servicios, principalmente el comercial.

El futuro es incierto. La pobreza sigue incrementándose y se ha entrado en una nueva crisis. Los suelos han perdido fertilidad, se obtienen bajos rendimientos en los cultivos y se elevan los costos de producción. Los factores climáticos adversos provocan constantemente pérdidas de los cultivos. La exportación de raíces y tubérculos se ha reducido, igual que el ganado en pie. El campesinado ha llegado al límite en sus niveles de endeudamiento. Los jóvenes se encuentran sin alternativas de empleo e ingresos, producto de la lógica campesina de heredar la parcela hasta la muerte y emigran hacia Costa Rica y otras zonas del país.

El proceso de diferenciación campesina y la presencia de “nuevos actores” han profundizado la concentración de tierras. Muchos campesinos han emigrado hacia zonas cercanas a la Reserva Biológica Indio–Maíz para comenzar de nuevo. El fin de la compasión es notorio por ausencia de programas y proyectos de cooperación externa, mientras el Estado y los gobiernos locales actúan fragmentados, sin coherencia y visión de mediano y largo plazo, abandonando los sueños y esperanzas de construir la “luz en la selva”.

La Colina, Nueva Guinea.
Miércoles, 02 de marzo de 201

lunes, 28 de febrero de 2011

VUELTA DE PERRO


Esa tarde Harry se encuentra exhausto, los problemas de faldas lo abruman. Sale de su casa luego de llamar por teléfono a Henry. Se acomoda la chaqueta azul, sube el ruedo de sus jeans para dejar sus botas de tubo descubiertas, de una patada enciende la moto Honda 200. Sale a toda prisa sin destino definido, recorre la calle central y gira hacia el rótulo deteriorado que da la bienvenida a Nueva Guinea. Por instinto y sin darse cuenta, el pide vía derecho destella; al notarlo sigue el recorrido indicado. Llegando al monumento de los cuatro evangelios siente la vibración del teléfono, parquea la moto y contesta. Henry regresa la llamada.

    Entonces, ¿dónde estás?
    En los cuatro evangelios, ¿y vos?
    Voy saliendo del trabajo. ¿Dónde nos vemos?
    Vamos donde la Mencha a tomarnos una bichas.
    Ese lugar ya aburre. Vamos mejor al rancho de Simón, es más tranquilo.

Acelera la moto y al llegar a la esquina del mercado recorre el zigzag de la ele acostada, sale a la calle principal, sigue de frente y dobla velozmente hasta llegar a la feria permanente girando hacia el norte en la esquina de la alcaldía. Se da cuenta que ha regresado al frente de su casa y piensa “he dado vueltas como perro”. Al pasar nuevamente por el rótulo observa a Henry que se dirige en su moto hacia la Uraccan y acelera.

Llegan juntos al rancho de Simón. Una pareja llena el ambiente. Con discreción se acomodan en una mesa, piden dos toñas y se sorprenden por lo risueño que está Julio, el mesero. La música romántica está a bajo volumen. Luego de dos tragos de cerveza, Henry enciende un Kent suave. Conversan amenos, siguen los pasos de la mujer que se levanta de la mesa y se dirige al baño.

    ¡Vistes!, ¡qué hermosura! —dice Henry admirado.
    ¡No jodas, está buenísima! —responde Harry vaciando la botella de cerveza de un trago.
    ¿Quién es? No la había visto. ¿La conoces?
    No, pero está como paco —dice Harry y le hace señas a Julio para que les sirva dos cervezas.
    ¿Quién es ese palo de hembra? —pregunta Harry a Julio.
    Ja, ja, ja, ja —ríe a carcajadas Julio y agrega — ¿No la vistes? Espérate que salga del baño.

Henry y Harry cruzan miradas y toman intrigados un largo trago de cerveza. Esperan ansiosos a que salga del baño mientras el hombre que la acompaña se levanta de la mesa y se dirige hacia ella. La expectativa de ambos crece y en los parlantes suena la canción “te solté la rienda” interpretada por Mana.

    Vistes, es majón. Se metió al baño con la hembra —dice Harry.
    Sí, sí y ya tardaron. Parece que estaban chateando —agrega Henry.
    Que aventado el maje. Yo también lo haría, mira que no hay nadie. Voy a tener que venir acompañado —dice Harry.

En el preciso instante en que Harry se empina la cerveza para tomar otro trago observa al hombre que sale del baño y, unos pasos atrás, a la mujer. Al verla se sorprende, el trago de cerveza lo ahoga, se levanta desesperado, Henry golpea con fuerza su espalda hasta que logra respirar y se sienta en la mesa.

    ¡Esta María me va a matar! —dice Harry con ardor en la garganta.
    ¡No jodas! ¡Mira lo que te estás perdiendo! ¿Cómo pudiste dejarla? ¡Se te fueron arriba! —agrega Henry.
    Por andar de vago con vos, dando vueltas de perro.

Nueva Guinea, RAAS
Viernes, 25 de febrero de 2011

domingo, 27 de febrero de 2011

DESFILE HÍPICO EN NUEVA GUINEA

Con el desfile hípico comenzó la celebración del 46 aniversario de fundación de Nueva Guinea. 


A continuación les dejo este VÍDEO con una parte del desfile hípico.




Nueva Guinea, RAAS.
27 de febrero de 2011.

viernes, 25 de febrero de 2011

LA LUCHA POR EL FRIJOL

Colmados de entusiasmo, miles de campesinos de Nueva Guinea han decidido preparar sus tierras para cultivar frijoles. Se les observa en la ciudad haciendo gestiones en sus organizaciones y ante instituciones de gobierno para ser abastecidos de semilla, en las microfinancieras solicitando crédito y en el mercado municipal comprando insumos para los noventa días que dura el cultivo. Una minoría de ellos se apresta a sembrar frijol negro para exportarlo a Venezuela.

El ambiente del campo es esperanzador y en la ciudad los comerciantes han llenado sus bodegas ante el incremento de la demanda de productos de consumo campesino debido a la inmigración, desde diferentes zonas del país, de campesinos pobres que alquilan tierras para cultivarlas.

Las tierras del Pacífico, anegadas por las intensas lluvias en la época de siembra de primera y postrera, han provocado un desabastecimiento de frijol en el país, elevándose el precio al consumidor. Los campesinos esperan obtener un buen precio, más allá del precio justo. Los acopiadores y comerciantes del grano han hecho sus cálculos y estiman que la cosecha alcanzará unos trescientos ochenta mil quintales, de los cuales esperan acopiar la mayor cantidad posible, abastecer el mercado Oriental de Managua y a los exportadores, quienes se han pronunciado contra el gobierno al restringir los niveles de exportación del grano mientras éste aduce que de esa forma garantizará la seguridad alimentaria del país.

Los campesinos se pronuncian en contra de los comerciantes y acopiadores llamándolos parásitos eternos de sus esfuerzos. Argumentan que no producen absolutamente nada y se lucran con lo que ellos generan. En tiempos de buena cosecha, como la esperada, le bajan el precio al producto para quedarse con la mayor ganancia, lo que para ellos es un abuso flagrante. También los acusan de que, al bajar los precios, igualmente su ganancia está cubierta, ya que si bien venden a menor precio también compran a menor precio, mientras que ellos no pueden hacer lo mismo.

Se escuchan las voces de los consumidores, organizados en la comisión de defensa de los consumidores, principalmente de los pobladores de la ciudad. Han manifestado que los intermediarios ganan demasiado, se lucran en exceso en detrimento de su presupuesto, que el costo de la canasta básica es inalcanzable por su bajos y congelados salarios. Los comerciantes no solamente afectan al productor sino a ellos por el hecho que si sube el precio del frijol el comerciante le gana en exceso al venderlo a mayores precios, mientras ellos no tienen ningún mecanismo para defender su salario y debido a las trampas que imponen se solidarizan con los campesinos.

Los comerciantes y acopiadores afirman que su papel es tan importante como el de los productores, pues a través de ellos es que sus productos llegan a las ciudades. Han explicado los costos en que incurren, entre ellos el costo elevado del combustible y el mal estado de los caminos que deterioran sus camiones incurriendo en costos no previstos. Señalan que la retribución que reciben en su labor es variable y está dada entre el margen del precio de venta y el de compra, menos los gastos directos e indirectos originados en la operación. Han tratado de borrar la imagen negativa que se tiene de ellos indicando que son mayores aliados de los campesinos que las microfinancieras y los distribuidores de insumos porque se mantienen a su lado todos los años permitiéndoles realizar su producción.

El campo y la ciudad vibran igual que las voces y deseos de los campesinos, comerciantes y consumidores. La gente inunda las colonias, comarcas, valles y campos como levitando bajo el radiante sol de octubre. Los ánimos abren surcos, las aves con su canto alegre se alimentan de insectos y gusanos que surgen al paso de arado mezclándose con el olor a tierra removida. La mayoría siembra en noviembre y unos pocos en diciembre, es la época de siembra llamada de “apante”.  Llenos de esperanzas abogan por un buen periodo de lluvias que les dé excelente cosecha para obtener beneficios y solventar la crisis económica provocada por la caída de los niveles de exportación de raíces y tubérculos y de ganado en pie.

Las condiciones climáticas se convierten en el mayor enemigo de los campesinos. Una vez plantada la semilla, sólo esperan la bendición de Dios. El efecto de “la niña” ha provocado una sequía inesperada durante noviembre y parte de diciembre. Al finalizar el año la bendición llega tardía y al momento de cosechar las lluvias persisten. Los cálculos de los productores estiman pérdidas mayores al diez por ciento del área sembrada. Febrero es el mes del arranque y aporreo para los que sembraron temprano y evitan mayores pérdidas colgando los manojos de frijol en los cercos de la finca. Los que sembraron en diciembre esperan ansiosos la retirada de las lluvias para lograr la cosecha, mientras los ganaderos rebosan de alegría por el verdor de sus pastos.


Nueva Guinea, RAAS
Viernes, 25 de febrero de 2011